La fama llega sola, por Sostiene Menéndez
La fama llega sola, por Sostiene Menéndez
Redacción EC

Hace pocos días “”, el semanario alemán, anunciaba que Estados Unidos tenía decenas de informes de inteligencia sobre el presidente más inquieto de la historia peruana: don Alan Ludwig . Y todo indicaría que él habría tomado la noticia con buen ánimo, pues, según se rumorea, estaría sugiriendo de periodista en periodista, con una mueca ladina, que “más de cien informes no son poca cosa”.

Una de las hipótesis que explicaría su tranquilidad ante la inminente revelación del contenido de los informes nos dice que esta se debería a que –por experiencia propia– Alan confía en el juicio de la inteligencia estadounidense desde que hace algunos años un cable filtrado por reveló algunas supuestas apreciaciones sobre él. Es cierto que ciertas frases no eran gentiles (y si se me permite agregar eran evidentemente falsas, pues aseguraban que Alan es “arrogante, desconfiado y tiene un ego colosal” y hacían referencia a supuestos “trastornos maníaco-depresivos o desórdenes bipolares”). Pero en general se pintaba una imagen bastante mesurada y fidedigna: se aseguraba que “en público tiende a impresionar con la pose majestuosa presidencial, sacando pecho, con la cabeza alta” y que tiene la “manera de un líder”, y que en privado tiene encanto. Con elogios como esos, ¿cómo culparlo de querer que sigan hablando de él?

Otros, sin embargo, aseguran que la ligereza con la que ha tomado el asunto se debe más bien a la actitud confiada hacia la vida que tiene quien sabe que, sea lo que sea que se le encuentre, ya el azar y el de arriba lo han salvado de peores.