Presidente of The Year, por Damita de Hierro

El presidente Humala recibió en Canadá un premio. Antes de que alarmistas de derechas e izquierdas vociferen, aclaro: no es, por supuesto, un premio a su trayectoria, ni un homenaje a la gran transformación o a la hoja de ruta ni tampoco al exquisito filohelenismo que lució al declarar que los militares eran “guardianes socráticos de la República”. Recibió, nada más y nada menos, el premio al mejor estadista del 2013.

El año pasado sí que fue un líder memorable. Combinó la honestidad de afirmar que no tenía una “bola de cristal” para leer los problemas del Perú con el optimismo que lo llevó a luchar por 15 minutos diarios de noticias positivas en la tele. Reforzó a las fuerzas del orden pidiéndoles a los militares que, por favor, no se pusieran aretito, pues así parecían mujer. Nos recordó, llorando a un ejemplo a seguir en el mundo”. Y para rematar todo lo anterior, tuvo el tino de gobernar en familia.

Mi teoría es que Humala encontró finalmente el año pasado la receta del éxito. La habría confesado hace unos días tras una pregunta sobre su postura acerca del rol empresarial del Estado: “Tratando de separar lo que uno quiere y lo que uno debe hacer. De separar el tema ideológico, de lo que es el interés nacional”. ¿Qué mejor estadista que aquel que, mediante un alegre lapsus, reconoce estar dispuesto a poner los intereses del Perú por encima de lo que él quisiera para el país?