(Ilustración: Giovanni Tazza).
(Ilustración: Giovanni Tazza).
Ivan Krastev

A pesar de los temores de una oleada populista de derecha, la mayoría del electorado de todo el continente europeo votó por partidos a favor de la Unión Europea en las recientes elecciones para el Parlamento Europeo.

No obstante, la extrema derecha nacionalista anti-Bruselas –que incluye partidos como la Agrupación Nacional de Marine Le Pen en Francia y la Liga de Matteo Salvini en Italia– logró avances importantes. Se espera que estos partidos, junto con otros euroescépticos, ocupen cerca del 25% de los escaños del Parlamento Europeo cuando el nuevo organismo se reúna por primera vez en julio.

Hace poco tiempo, muchos políticos y expertos tradicionales consideraban a la extrema derecha poco más que un movimiento de protesta: la gente votaba en contra del orden establecido en las elecciones europeas para enviar un mensaje, pero nadie quería realmente que estos políticos probaran su suerte en el gobierno.

Ahora, no hay más remedio que admitir que la extrema derecha populista se está convirtiendo en una facción permanente de la política europea.

Salvini ha sido coronado como el líder de este movimiento. Durante la campaña se reunió con colegas nacionalistas de toda Europa y organizó una gran manifestación en Milán para unir a los partidos. Su sueño es construir un bloque de votación cohesivo en el nuevo Parlamento que pueda dar forma a la agenda legislativa. Es probable que fracase: los nacionalistas no son conocidos por su cooperación. Aun así, son una fuerza a tener en cuenta.

Parece que ninguno de estos partidos apoya la salida de la Unión Europea o de la zona euro. En su lugar, quieren cambiarlo desde adentro. Si la extrema derecha nacionalista puede movilizar a un tercio de los votos del Parlamento Europeo haciendo una causa común con otros conservadores, podrá hacer mucho daño, por ejemplo, bloqueando cualquier intento de la Comisión Europea de castigar a un país de la Unión Europea que viole el mandato de ley.

Afortunadamente, los nacionalistas euroescépticos no son la única fuerza nueva a tener en cuenta en el Parlamento Europeo. Los partidos liberales y verdes fueron los ganadores inesperados de esta elección.

Los Verdes encontraron su apoyo predominantemente entre los jóvenes, proeuropeos urbanos que apoyan la idea de una Europa unida, pero son críticos de la Unión Europea tal como existe hoy.

Así que estos son los vencedores: los liberales ecológicos que quieren preservar la vida en la Tierra y los populistas nacionales que quieren preservar su forma de vida. Pero lo que tienen en común es la sensación de que la trayectoria actual de la política y la sociedad no es sostenible. Ambos ofrecieron un cambio y el cambio estaba en demanda.

En la víspera de las elecciones, una encuesta realizada por el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores encontró que si bien la confianza en la Unión Europea es mayor que en cualquier otro momento en los últimos 25 años, la mayoría de los europeos cree que el bloque se derrumbará dentro de 20 años.

Por el momento, los partidarios de la Unión Europea no necesitan entrar en pánico. La extrema derecha nacionalista no va a separar a la Unión Europea en el corto plazo. Pero si bien estas elecciones lograron contener el aumento del euroescepticismo, el verdadero problema no va a desaparecer: el pesimismo europeo.

–Glosado y editado–
© The New York Times