Adiós al 'drawback', por Iván Alonso
Adiós al 'drawback', por Iván Alonso
Iván Alonso

No debería acceder el nuevo ministro de Economía al pedido del gremio de los exportadores de ver incrementado el ‘’. El ‘drawback’ es un porcentaje del valor exportado, actualmente fijado en 5%, que la administración tributaria les “restituye” –como si se tratara de impuestos ya pagados– a quienes califican para ese beneficio. El aumento del ‘drawback’, sin duda, servirá para reactivar las exportaciones porque hará crecer su rentabilidad. La rentabilidad, esto es, para el exportador; no para el contribuyente que aporta los 800 millones de soles que cuesta el ‘drawback’ cada año.

Exportar es bueno para el país. Pero exportar a toda costa no lo es. Si el precio al que se puede vender un producto en el exterior no alcanza para cubrir todos los costos de producción y dejarle además al empresario una rentabilidad como la que puede obtener en otra actividad, entonces, es mejor que no exporte y se dedique, más bien, a esa otra actividad. El ‘drawback’ lo induce a un negocio que en lugar de agregar algo al bienestar nacional, lo disminuye.

Este columnista también escribiría más columnas si la Sunat le enviara todos los meses un cheque por un porcentaje de los honorarios que recibe. No sabemos si eso sería bueno o malo para los lectores. Lo que sí sabemos es que tendríamos menos tiempo para dedicarnos a otras actividades que posiblemente contribuyan más a la economía nacional.

La defensa del ‘drawback’ se basa en un supuesto principio según el cual no se debe exportar impuestos. Si aceptáramos la validez de ese principio, deberíamos devolverles a los exportadores no solamente los aranceles que pagan por los insumos importados –aunque el monto del ‘drawback’, como hemos visto, no guarda relación con ellos–, sino también la alcabala que pagaron por los terrenos donde están sus fábricas o el impuesto selectivo a la gasolina que usan los camiones que llevan su mercadería al puerto o inclusive el impuesto a la renta que los obliga a engrosar las remuneraciones brutas de sus funcionarios.

Ninguno de esos impuestos ni tampoco los aranceles a los insumos importados grava la actividad de exportación como tal. Son parte del costo de vivir y producir en el Perú. La seguridad, la infraestructura pública y todos los demás servicios que provee el aparato estatal, con todas las deficiencias que puedan tener, sirven tanto al exportador como al que vende en el mercado interno. Su costo debe recuperarse mediante impuestos aplicados a todas las actividades por igual, independientemente del lugar adonde se destine la producción.

Solamente hay un impuesto que tiene sentido no cobrárselo al exportador, que es el IGV. Tiene sentido no en virtud de ningún seudoprincipio de no exportar impuestos, sino porque, en la mayoría de casos, al llegar los bienes al país de destino serán gravados con un impuesto similar. La exoneración evita duplicar impuestos. Si el crédito fiscal que se aplica internamente se extendiera más allá de las fronteras, no habría necesidad de ella.

No estamos sugiriendo solamente que no se aumente el ‘drawback’. Estamos sugiriendo que se reduzca y se elimine. La medida tendría un efecto negativo, aunque marginal, sobre las exportaciones. Pero tarde o temprano los empresarios afectados cambiarán de giro, al encontrar que pueden producir con mayor provecho algunas cosas que el mercado nacional demanda.