¿Y dónde está el alcalde? Parte 2, por Arturo Maldonado
¿Y dónde está el alcalde? Parte 2, por Arturo Maldonado
Arturo Maldonado

A mitad del 2015 escribí que el alcalde de Lima callado estaba pasando piola. La campaña electoral iba a poner los reflectores en los candidatos presidenciales y alejarlos del burgomaestre, lo cual le daba la invisibilidad necesaria para planear e iniciar con calma los proyectos para la ciudad.

En estos dos meses que siguen las luces seguirán enfocadas en la carrera presidencial, pero hay acciones que nos hacen temer que cuando los reflectores giren del todo hacia la figura del alcalde y tenga que explicar si en este período Lima avanzó, tendrá poco que mostrar y sí mucho por explicar.

El balance que nos encontraremos los limeños seguramente será negativo. A mitad del año pasado, el alcalde Luis Castañeda reaccionaba con parches temporales al problema de la invasión de los colectivos en el corredor Tacna-Garcilaso-Arequipa colocando unos inspectores que ahora brillan por su ausencia. Luego colocaba por unos días supervisores de velocidad ante el atropello de un ciclista en la Costa Verde. 

Ahora las noticias nos muestran a un burgomaestre tratando de parchar el corredor La Marina-Javier Prado, con buses provisionales, como si eso solucionara el problema. Para un alcalde que gusta de las grandes obras de cemento, poner parches no debería ser su estilo de gestión.

La reforma de transporte impulsada por la criticada gestión de Villarán trataba de apuntar a la médula del problema del transporte en la capital. Según la encuesta del 2015 del observatorio Lima Cómo Vamos, tres de cuatro limeños se movilizan por la ciudad en transporte público y más del 25% se demora en promedio más de dos horas en él. 

Incluso un 10% de limeños desperdicia (porque esa es la palabra) tres o más horas de su vida tratando de llegar a su centro de trabajo o estudios. Estas cifras deberían hacerle entender a la autoridad municipal que los problemas de la ciudad no se solucionan con obras de infraestructura dirigidas principalmente al transporte privado, sino con soluciones que faciliten el transporte público. 

Una obra emblemática de la nueva gestión de Castañeda es el ‘by-pass’ de 28 de Julio. Se suponía que este intercambio iba a aliviar la congestión vehicular en esa zona. Los expertos habían indicado de antemano que esta obra estaba lejos de solucionar este problema, pero el alcalde, terco, prosiguió. Hoy los resultados no indican grandes mejoras: siguen los atoros en hora punta. 

Como se ha repetido en múltiples tribunas, una obra de este tipo es como tratar de combatir la obesidad soltando la correa. El problema radica en que las vías ya no soportan la cantidad de vehículos particulares que circulan. Como resultado, el empleo del auto termina siendo ineficiente: se movilizan más de 1.000 kilos de fierro, se contamina el ambiente, muchas veces para movilizar a una sola persona, en un espacio donde un bus podría transportar a muchos más pasajeros.

Atacar este problema de raíz significa ofrecer una alternativa pública decente a quien se moviliza en su auto particular. Un dicho dice que una ciudad es desarrollada no cuando una persona de bajos recursos puede movilizarse en un carro particular, sino cuando una persona pudiente lo hace en el transporte público. En Lima, lamentablemente, no se puede ni lo uno ni lo otro. 

Y en medio de este embrollo el alcalde brilla por su ausencia. Para la inauguración de la obra, ahí sí lo vemos con su casco de ingeniero. Para la explicación de los problemas, en cambio, quienes salen a dar la cara son funcionarios de segundo nivel. 

¿Dónde está Luis Castañeda? ¿Dónde Patricia Juárez? ¿Dónde está el piloto (de la ciudad)?