"Entre bomba y bomba", por Fernando Rospigliosi
"Entre bomba y bomba", por Fernando Rospigliosi
Fernando Rospigliosi

En los últimos tiempos algunos políticos se han dedicado a lanzar bombas, petardos y bengalas. La del congresista Yehude Simon ha sido la que más ha sonado y más rápido se ha desinflado. Un día la anunció, al día siguiente él mismo la hizo estallar y al subsiguiente se desdijo y pidió perdón.

Se han formulado muchas teorías conspirativas sobre los motivos que tendría Simon para divulgar de esa manera un rumor que está circulando desde hace varios meses y que no ha sido confirmado. Pero probablemente se trate solamente de una combinación de candidez y deseo de figuración de un político que no oculta su intención de ser candidato presidencial el 2016.

Hay que tener en cuenta que Simon es un político que ha alcanzado los más altos cargos en las últimas tres décadas, con excepción de la presidencia de la República. Ha sido dos veces congresista, vicepresidente del Congreso, dos veces presidente regional y presidente del Consejo de Ministros.

El ex presidente Alan García lo sigue de cerca. Reveló que su principal acusador en el Congreso tenía un hijo no reconocido y hace una semana, en el programa inaugural de Milagros Leiva en América TV, trajo a colación una acusación contra Ollanta Humala: cuando era capitán en 1992, en Madre Mía, Alto Huallaga, cobraba miles de dólares por cada despegue de avioneta cargada de droga.

Esa denuncia fue materia de varios reportajes del periodista Pablo O’Brien en “Perú.21” hace tres años, poco antes de la segunda vuelta. Como Humala ganó, nadie volvió a hablar más del asunto.
En el caso de García sus motivaciones son claras y manifiestas, pretende amedrentar a sus denunciantes mostrándoles que él también tiene municiones. O, en todo caso, ensuciarlos y desacreditarlos para que paguen un precio alto por sus acciones.

García ha sido dos veces presidente de la República y pretende serlo una tercera vez.
En suma, dos políticos de larga trayectoria, que han ocupado los más importantes puestos a los que pueden aspirar, están dedicados personalmente a acusar a otros de infidelidades y delitos. Una muestra del envilecimiento de la política peruana. Un ejemplo extremo de lo que Mario Vargas Llosa ha denominado la civilización del espectáculo.

Desgraciadamente, hay cosas peores que están ocurriendo hoy en el Perú y que revelan el deterioro de la política y las instituciones. El caso de Áncash es escandaloso y solo ha adquirido dimensión nacional cuando fue asesinado Ezequiel Nolasco, principal rival del presidente regional César Álvarez.

En Áncash los crímenes cometidos por sicarios son cosa de todos los días, como en otros lugares del país. Lo distintivo son los homicidios políticos, que se han sucedido sin interrupción y sin sanción durante los últimos años, afectando particularmente a los adversarios del presidente regional.

Peor todavía, como señala el periodista Ricardo Uceda, “existe suficiente evidencia de un tinglado judicial que protege a quienes están detrás del crimen organizado”. Y ese tinglado llega, nada menos, que hasta los dos candidatos a fiscal de la Nación, José Peláez y Carlos Ramos Heredia, pasando por jueces, policías, congresistas, etc. (“La República”, 25/3/14).
Otro caso escandaloso es el de los Petroaudios. El juicio oral empezará el 10 de abril ¡cinco años y medio después de la primera denuncia! Y, para estar a tono con la moda de los insultos, uno de los acusados, el ex ministro y ex diputado Rómulo León, ha dicho de Alan García, “rata será él, porque yo no soy una rata”.

En el juicio tendrán que declarar García y varios de sus ministros. Y en un tema relacionado, el del chuponeo telefónico que dio origen a la denuncia de los Petroaudios, la Megacomisión del Congreso al parecer acusará a funcionarios del gobierno aprista y quizás al propio García de haber manipulado los audios para ocultar presuntos negociados.

Así las cosas, mientras la política discurre entre bomba y bomba ¿qué posibilidades existen de discutir seriamente los problemas que realmente preocupan a la inmensa mayoría de los peruanos, la seguridad ciudadana, la desaceleración de la economía, la pobreza y cómo combatirla?

La verdad, muy pocas. Y casi ninguna viabilidad de diálogo efectivo y consensos sobre bases sólidas para afrontar esos problemas.