Buenas noticias, por Carlos Adrianzén
Buenas noticias, por Carlos Adrianzén
Carlos Adrianzén

Finalmente está a punto de terminar el proceso electoral. La primera vuelta nos dejó el definido predominio de Fuerza Popular en el Legislativo, mientras la segunda nos deja hasta ahora una interrogante cantada. Cantada, aunque –en aras de cuidarnos de inesperadas sorpresas– nos obliga a respetar la incertidumbre respecto a quién se sentará en el sillón de Pizarro. Pese a ello, lo que va de este inconcluso proceso nos trae una destacable colección de buenas noticias. Eventos que se están dando en nuestras narices y que casi nadie destaca.

La primera, por supuesto, es que estamos cerrando sucesiva y ajustadamente una nueva fiesta electoral. Ya quisieran nuestros amigos cubanos o venezolanos poder elegir libre y apasionadamente a sus congresistas y presidente. Económicamente hablando, tener un gobierno proveniente de las ánforas en elecciones libres y auditadas es un activo valiosísimo para establecer relaciones comerciales o captar inversiones foráneas. Resulte elegido uno u el otro, un régimen democrático acumula un valioso activo intangible para todos los peruanos.

La segunda es que nos deshacemos de los Humala por el canal adecuado. Se respetaron –pese a la mediocridad económica de su gestión– los plazos electorales acreditando otro paso más en la tarea de consolidar la institucionalidad democrática. Y justamente debido a la aludida mediocridad (asociada a las trabas generalizadas a la inversión, el retroceso en materias de reforma institucional y un tufillo estatista), el que salgan del poder configura la esperanza de que el próximo gobierno sea capaz de introducir razones para ser algo más optimistas.

En retrospectiva, también se podrá decir que el Perú resistió con relativo éxito la intromisión del chavismo (pese a la penosa cercanía del gobierno con la desastrosa dictadura venezolana). Esta buena noticia es solo parcial. La ex candidata peruano-francesa de la izquierda, Verónika Mendoza, es incapaz de esconder su incómoda afinidad con el régimen filocubano en Venezuela. Por lo tanto, el peligro potencial de que una cara bonita nos llegue a vender un chavismo disfrazado dista mucho de ser una amenaza completamente superada en el futuro mediato.

La tercera –y quizá la más importante buena noticia–  implica la señal dual de la primera vuelta electoral. Por un lado, el elector peruano expectoró de manera contundente a candidatos con ideas demagógicas y estatistas. Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski no vendían sebo de culebra (ni cambios constitucionales, ni controles de precios, ni estatizaciones, ni otras barbaridades). Tal vez hemos dado un paso hacia rechazar demagogos que creen que todo lo resuelve el Estado robándole a alguien.

Por otro lado, en la primera vuelta, el elector peruano  eligió tener una definida mayoría congresal. Digan lo que digan, sea cual sea el presidente finalmente elegido, sus decisiones pasarán por el tamiz del Congreso. No vaya a usted a creer que las bancadas cuando las papas queman no ejercen su propia cuota de poder. Recordemos que, cuanto más dispersa resulte la capacidad de ejercer bravuconadas económicas desde la presidencia, mucho mejor para todos.

Buenas noticias, pues, las hay. No nos neguemos a apreciarlas.