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Andrés Calderón

El Perú es un país de extremos. Pasamos de la desconfianza a la confianza, del infierno al paraíso, de los peores del universo a campeones mundiales, y viceversa. Si no, que lo cuente Ricardo Gareca.

también pasó de villano (o, por lo menos, personaje secundario) a héroe en días, como resultado de un sorpresivo discurso de 28 de julio y varias acciones alrededor que han mostrado a un presidente comprometido con la reforma institucional de la justicia y la política, entre ellas: la Comisión de Reforma del Sistema de Justicia, los proyectos de reforma del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) y organismos judiciales, el anuncio del referéndum, y hasta la caminata al Congreso a presentar las iniciativas legislativas, descolocando el día previo a los congresistas que estaban de retiro en Cieneguilla.

Pasado el primer rush, han aparecido varias voces desde la oposición política y la opinión pública que cuestionan las iniciativas presidenciales. Algunos, un tanto distraídos, criticaron la omisión del tema de la reforma judicial –soslayando ellos la revisión de los ocho primeros proyectos de ley que presentó el Ejecutivo el 2 de agosto–. Otros disputaron que se hayan planteado soluciones a problemas menos importantes o inexistentes (como la prohibición de la reelección parlamentaria). Y no pocos han acusado al presidente de hacer populismo, incluso por el solo hecho de plantear un referéndum.

Varias objeciones tienen asidero. Más allá de la impopularidad del Congreso, no hay razón para prohibir la reelección inmediata de parlamentarios, y si se busca incentivar el recambio, otras medidas como la renovación por tercios o limitar la reelección indefinida (permitiendo 2 o 3 períodos como máximo) podrían ser mejores alternativas. El retorno al bicameralismo, los distritos binominales y la eliminación del voto preferencial son positivos, pero es evidente la falta de coherencia interna en el proyecto (el voto preferencial se mantiene para la elección de diputados) y la arbitrariedad en algunas decisiones (¿por qué 50 microdistritos electorales? ¿Cómo puede haber verdadera representatividad con apenas 100 diputados y 30 senadores?).

Pero aun con todas las críticas justificadas que hay, muchos pasan por alto el bosque, o quizá comen ansias y piensan que de aquí a octubre o diciembre (posibles fechas del referéndum) es factible que todo el país se institucionalice, que no quede ningún “hermanito” pidiendo favores en el Poder Judicial, y los partidos políticos mágicamente tengan en sus filas solo a profesionales serios, sin cuestionamientos éticos ni capitales ilícitos. Todos bien arregladitos, cantando villancicos frente al árbol de Navidad.

Y nos olvidamos fácilmente de dónde venimos. Pasamos de un presidente que no se comía ningún pleito y retrocedía al más mínimo reclamo, a uno que le pone el pecho a un problema. No exageremos. No es Vizcarra “parao y sin polo”. Es Vizcarra poniéndose dos polos por primera vez, y con mensajes muy fuertes: reforma política y reforma judicial.

Puede ser una estrategia política audaz. Plantear iniciativas de corte “populista” no solo le ha valido a Vizcarra el respaldo ciudadano –que necesitaba para lanzar cualquier idea–, sino también le ha dado capacidad de negociación. Así, podría sacrificar o modificar algunas de sus propuestas (como la reelección parlamentaria o el número de diputados y senadores) a cambio de que sí se aprueben prontamente otras. No entiendo por qué Fernando Rospigliosi (EC, 11/8/18) dice que esto es “inviable”.

Queda por ver la capacidad del Ejecutivo para negociar y convencer. Pero si logra siquiera cambiar la composición del CNM y que los durante las campañas, habremos avanzado mucho.

Paso a paso. No por clasificar a Rusia vamos a campeonar en Qatar.