Esta vez podría bastar con que Zavala tire una moneda al pozo de los deseos de Santa Rosa de Lima el próximo 30 de agosto. (Foto: Congreso de la República)
Esta vez podría bastar con que Zavala tire una moneda al pozo de los deseos de Santa Rosa de Lima el próximo 30 de agosto. (Foto: Congreso de la República)
Enzo Defilippi

Nuevamente, salió Fernando Zavala a interpretar lo que el presidente Kuczynski quiso decir. Pero, a diferencia de él, Zavala sí reconoció errores generados por el Gobierno. Y eso es bueno, porque hacer autocrítica diciendo “quizás”, echándole la culpa a hechos imprevisibles y disculpándose “si fue así”, no suena sincero en ningún idioma.

El ministro Zavala empezó reconociendo que no se debió hacer el ajuste fiscal del año pasado. Eso es positivo. Más aun cuando esa mala decisión fue consecuencia del cuento de que el déficit fiscal iba a ser 3,8% del PBI; un error en el que él mismo insistió y que no fue reconocido ni cuando el déficit terminó en 2,7% (prueba fehaciente de que el 3,8% era un disparate). Espero que esta nueva actitud implique que el Gobierno va a empezar a escuchar a quienes no por disentir dejan de tener razón en lo que afirman.

Zavala también reconoce que mantener la recaudación es prioritario. Eso es positivo. La propuesta de reducir el IGV nunca tuvo sentido, entre otras cosas, porque implicaba reducir la recaudación cuando el principal reto de la política económica es aumentar los ingresos para poder prestar los servicios públicos que necesitamos. Y eso, por cierto, aunque le suene a anatema a quienes confunden los principios presupuestales con las leyes universales, incluye contratar más personal. No se puede tener la educación, la salud o la seguridad de un país camino al desarrollo sin más y mejor pagados profesores, médicos, policías y personal de apoyo. ¿O alguien cree que sí?

En ese sentido, si se requiere volver a expandir el sistema de retenciones, detracciones y percepciones, tendrá que hacerse; pero publicando previamente la información que permita verificar que, como afirma el presidente, fue su relajamiento lo que contrajo la recaudación.

Una lección que parece haber aprendido el ministro Zavala es que el manejo del Estado es mucho más complejo que hace 10 años. Él se refiere a ello como burocratización. Yo lo veo como más institucionalidad. Quizás hace 10 años hubiese parecido normal que el Estado desnaturalizara una APP convirtiéndola en obra pública, que no existiera una Sunafil o que industrias pudieran operar sin respetar el medio ambiente. Hoy no lo es y eso es positivo. Una república bananera no podría estar en camino a incorporarse a la OCDE.

El ministro de Economía también reconoce, aunque implícitamente, que nunca se debió retroceder en la política de diversificación productiva. Lo hace anunciando el relanzamiento de las mesas ejecutivas y la continuación del trabajo con los sectores forestal y acuicultura. No es que esta política sea la panacea o que no requiera muchísimo trabajo (la incomprensible queja del ministro del sector), es que tiene mucho sentido y cuesta relativamente poco. De hecho, costaría mucho menos que el ‘drawback’, un inefectivo subsidio a los menos pobres que no promueve ninguna exportación.

Lamentablemente, hay errores en los que el Gobierno insiste a pesar de la abundancia de recomendaciones en contra. El presidente Kuczynski, por ejemplo, sigue evitando rodearse de gente nueva, un remedio simple para evitar seguir equivocándose en lo mismo. Parafraseando a Quino, su Gabinete se parece cada vez más a las páginas de sociales: las mismas caras, diferente lugar.