El yo colectivo, por Richard Webb
El yo colectivo, por Richard Webb
Richard Webb

La ocasión de recibir un premio por mi obra como economista peruano, generosamente otorgada por la , me llevó a la siguiente reflexión. ¿Mi obra ha sido realmente “mía”? A más lo pienso, más me impresiona cuánto se debe atribuir a circunstancias y a terceras personas. 

Cuando opté por estudiar economía, mis padres se lamentaron diciendo que esa carrera no existía en el Perú y que, por lo tanto, yo tendría que vivir lejos de ellos. Era cierto. Mi contemporáneo Pedro Pablo Kuczynski, luego de estudiar Economía en Inglaterra, buscó un puesto en el BCR, pero el director de estudios no se impresionó y le dijo: “Aquí no necesitamos ideas nuevas”. 

Sin embargo, las cosas cambiaron poco después. La Junta Militar y luego el primer gobierno de Belaunde trajeron nuevos aires políticos y, para bien o para mal, empezó la era de los economistas. Fue en ese contexto que PPK y yo ingresamos al BCR. En los años siguientes, el reclutamiento del personal se volvió un proceso meritocrático basado en un exigente curso abierto a los universitarios de todo el país. En pocos años el equipo del BCR se volvió uno de los mejores en América Latina. 

Los nuevos vientos soplaban también en la academia y me tocó de la misma manera ayudar a la mejora de la enseñanza de Economía en la PUCP. En esta institución y en el BCR, mi papel fue ejecutar los cambios técnicos que pedían las autoridades. 

El mismo día y en la misma oficina donde me ofrecía como candidato para trabajar en el BCR, el economista estadounidense se presentaba como investigador visitante de la Universidad de Yale. Nuestra relación personal no ha visto interrupción desde entonces. Hoy me es imposible distinguir, en lo que pretende ser una obra mía, cuánto debo a las reflexiones, enseñanzas y descubrimientos de Shane. Muchas noches hemos regresado del Centro de Lima a Miraflores caminando por la avenida Arequipa, con tanto que conversar que nos olvidábamos de tomar el colectivo. El BCR me encargó mejorar las estadísticas de las cuentas nacionales, pero mi preparación para esa tarea era nula. En cambio, Shane había sido alumno de Simon Kuznets, padre de las cuentas nacionales, y día tras día me instruía. Años después, cuando debí elegir un tema para mi tesis doctoral, la decisión en realidad fue conjunta. Luego, Shane me consiguió una valiosa invitación para redactar la tesis en la Universidad de Princeton, donde él enseñaba. Además del apoyo financiero, seguí recibiendo sus pacientes consejos hasta completar la disertación. 

Una “obra” de la cual estoy especialmente orgulloso se ha dirigido a la educación pública a través de columnas periodísticas. Si bien las columnas tienen mucho de personal, el arte fue adquirido penosamente con la generosa ayuda de periodistas extraordinarios, especialmente de Enrique Zileri, y Juan Zúñiga. Me impulsó una vocación educativa, pero el arte fue un producto colectivo. 

Otra obra educativa ha sido el Instituto Cuánto, dedicado a crear y difundir información estadística sobre el Perú. Desde su creación, Cuánto ha sido un proyecto colectivo, basado en una estrecha relación personal con Graciela Fernández Baca de Valdez, cuya experiencia y conocimiento de la estadística es único en el país, con quien comparto una dedicación al servicio público y quien ha sabido crear y organizar en Cuánto un equipo de talentos excepcionales. 

Siento especial satisfacción en el trabajo colectivo, como fue el caso del reciente estudio sobre la conexión y el desarrollo rural (en realidad, elaborado con el sociólogo Giovanni Bonfiglio, el agrónomo Nelson Torres y varios otros profesionales).