Más competencia en el sistema de pensiones, por Iván Alonso
Más competencia en el sistema de pensiones, por Iván Alonso
Iván Alonso

La competencia es una maravilla. Tanto que hasta sus más feroces enemigos la reclaman –cuando no existe, naturalmente–, como es el caso de algunos congresistas que ante cualquier descontento popular, justificado o no, con el argumentan que le falta competencia, lo que no significa que estén dispuestos a aprobar las medidas necesarias. No importa: tomémosles la palabra y pensemos qué se puede hacer para que el sistema sea más competitivo.

El hecho más llamativo es la existencia de solamente cuatro . Se supone que es un número insuficiente para que haya una competencia efectiva. Pero no es fácil aumentarlo. El sistema comenzó hace más de veinte años con ocho AFP. Rápidamente se consolidaron y terminaron siendo cuatro. Desde entonces, cada vez que ha entrado una nueva, otra ha salido. El mercado no parece tener suficiente escala para que sobrevivan más.

Credicorp, la principal empresa de servicios financieros del país, que engloba tanto a la como al Banco de Crédito, ha propuesto que se les permita a los bancos y cajas de crédito ofrecer productos similares, o sea, cuentas de ahorro para jubilación. Personalmente, dudamos que cualquiera de ellos vaya a convertirse en una quinta AFP, si por tal cosa entendemos una entidad con un millón de afiliados. El tamaño del mercado, repetimos, no es suficiente. Pero es perfectamente posible que –los bancos, especialmente– puedan administrar los fondos previsionales de un grupo selecto de clientes. Tienen la gente y los sistemas para hacerlo. La incursión de los bancos y cajas en el negocio previsional como proveedores de pequeña escala puede ser tan efectiva o más que la creación de otra AFP.

Otro aspecto en el que se puede introducir más competencia es justamente aquel que ha generado la reciente ola de críticas al sistema: las tablas de mortalidad con las que se calculan las pensiones que los afiliados pueden recibir de por vida con los fondos que hayan acumulado al momento de su jubilación. ¿Por qué tiene que haber una sola tabla para todas las compañías de seguro que ofrecen rentas vitalicias? Cada una puede consultar a sus propios actuarios para saber qué pensiones está en condiciones de pagar sin caer en la insolvencia, de la misma manera que decide qué prima cobrar por un seguro médico o un seguro contra accidentes de tránsito. Si estos mercados pueden ser competitivos, el de rentas vitalicias también.

Un jubilado no tiene que quedarse para siempre con la misma compañía de seguros. Puede –o debería poder– pasar su fondo de una compañía a otra, así como antes de jubilarse podía pasarlo de una AFP a otra. Eso motivaría a las compañías de seguros a ofrecer mejores pensiones, lo que significa principalmente variedad. Algunos jubilados preferirán irse a la compañía que pague la pensión más alta, en proporción al fondo acumulado; otros, de repente, a una que pague menos, pero que tenga un reaseguro con una compañía internacional. Otros inclusive podrían preferir que una parte de su fondo se mantenga en su AFP, capitalizándose, unos años más.

Todo lo que pueda hacer más competitivo el Sistema Privado de Pensiones merece discutirse. Pero tengamos presente que el dilema no es entre competencia y monopolio, sino entre competencia y regulación. Si queremos un sistema más competitivo, hay que desregularlo.