Diagnósticos y soluciones, por Carlos Adrianzén
Diagnósticos y soluciones, por Carlos Adrianzén
Carlos Adrianzén

De estos dos vocablos se puede hablar mucho. En ambos casos resulta relativamente fácil plantearlos de modo empático, romántico y popular. En cambio, es mucho más complicado plantearlos con propiedad y, aun mucho más, hacerlos aceptables frente a una opinión pública usualmente apresurada por resultados.

Y es que prescribir no es tan fácil. Se dice que para el grueso de los problemas de nuestro país existen decenas de diagnósticos. Lo que no se señala es que la mayoría de estos resultan solo populares, pero estructural y empíricamente están errados. Escasean los buenos diagnósticos. Y recuérdelo bien, los problemas aparecen básicamente por dos motivos: algún hecho desafortunado e impredecible... o un mal diagnóstico llevado con fruición, algo de ideología y creencia.

El lunes escuchamos al presidente Ollanta Humala conversar con la presidenta de su partido –que, por cosas de la vida, es su esposa– y una comparsa de políticos y aspirantes locales. Dos cosas no sorprenden de este  diálogo. 1) Que se haya acordado incorporar con entusiasmo las propuestas de la esposa. 2) Que el presidente reafirme su diagnóstico económico –y las supuestas soluciones derivadas de este– sobre los principales problemas de la economía nacional.

Lamentablemente, el diagnóstico económico presidencial es errado. En esta evaluación –como se creía en el borrador de la gran transformación–, Humala enfatizó que los principales problemas tienen que ver con la ausencia del Estado en muchos lugares. El gobierno –léase: la burocracia– sería el responsable final de la mejora en la calidad de vida, del desarrollo de infraestructura y de todos los demás factores que significan la mejora de toda la población. Nada más iluso. 

Son las personas y no ningún gobierno los que, con su esfuerzo, han exportado más, invertido más y se han educado algo más. No ha sido la burocracia la que ha invertido más en infraestructura o educación. Esta última es, en cambio, la que ha bloqueado muchas inversiones hoy enterradas y la que ha logrado que hoy crezcamos cada vez menos. 

Nótese: en las regiones que han reducido su pobreza en mayor medida, los privados (comunidades, personas y empresas) han invertido y producido más. No donde la presencia estatal se ha inflado. Lo han asesorado mal: las cánones han sido un desastre, en medio de episodios de corrupción. 

Los afanes de crecimiento con equidad nos han dejado mucho menor crecimiento y más pobreza (vía un menor ritmo de reducción de esta). Esto con precios externos que aún resultan altos.

Pero esto no es todo. Plantear supuestas soluciones desde un diagnóstico equivocado no solo permite la profundización de los problemas, sino que significa gastar pólvora en gallinazos, pues se asignan recursos en áreas de menor necesidad. 

Este gobierno se equivocó en su diagnóstico, abandonó las reformas del mercado y quebró el círculo virtuoso de las exportaciones e inversiones privadas. Esto gracias a una sucesión de torpezas. 

La solución hoy implica corregirlas, apostar por el empuje de nuestra gente en el mercado y dejar de poner trabas a la inversión.