CADE Ejecutivos suele ser una oportunidad para que los empresarios escuchen los planes y la visión de las autoridades del Gobierno sin intermediarios y para que el presidente de turno, el jefe del Gabinete o al menos el ministro de Economía y Finanzas se comuniquen directamente con el sector privado y tomen nota de sus preocupaciones.
Es revelador, entonces, que el Ejecutivo haya brillado por su ausencia en la edición 62 que cerró ayer en Arequipa. Más revelador aún es tomar en cuenta que a CADE Ejecutivos 2023 asistieron una docena de ministros a presentar sus planes, pero solo dos de ellos permanecen en el Ejecutivo.
Con una audiencia que valora la rentabilidad de su tiempo, es difícil imaginar que los organizadores fueran a repetir esa receta ante la altísima rotación de ministros en el Gobierno.
Igual, la expectativa era que, al menos, el ministro de Economía y Finanzas, José Arista, no dejara pasar la ocasión para tratar de transmitir algo de entusiasmo a los asistentes, de cuyos bolsillos y expectativas depende la inversión privada y, por lo tanto, el crecimiento de la economía.
Pero Arista, sin viceministro de Hacienda por decisión propia, argumentó que tenía que permanecer en el Congreso, donde se está debatiendo la Ley de Presupuesto del 2025, como si su presencia fuera a evitar lo que todos temíamos al cierre de esta columna: que el texto que finalmente aprobase el Parlamento incremente aún más los riesgos para la sostenibilidad fiscal al aumentar irresponsablemente el gasto para el próximo año.
La presidenta Dina Boluarte tampoco asistió a CADE por segundo año consecutivo, explicando que había convocado un Consejo de Ministros extraordinario. Sin embargo, tomando en cuenta que este fue el tercer consejo de la semana y que en la agenda no figuraba ningún punto claramente urgente, es fácil confundir este argumento con una falsa excusa.
Es comprensible que Boluarte haya decidido no acudir a CADE al ver que una encuesta de Ipsos mostró que un 63% de los cadeístas considera que el país está retrocediendo y que solo el 6% de ellos aprueba la gestión de la mandataria.
Lo que es difícil negar es que, finalizada la luna de miel entre el Gobierno y el empresariado, el Ejecutivo se queda cada día más solo y con menos margen de maniobra ante un Congreso que esta semana mostró las garras con la censura al ministro de Energía y Minas Rómulo Mucho y que, seguramente, se dejará llevar por el populismo al definir el presupuesto para el próximo año.