El discurso, las cifras y la herencia, por Carlos Adrianzén
El discurso, las cifras y la herencia, por Carlos Adrianzén
Carlos Adrianzén

El discurso de Fiestas Patrias decepcionó a tirios y troyanos. Por un lado, a parte de la oposición le enervó que el presidente no haya ofrecido inflar más los gastos fiscales ni otorgado ‘más regalitos’ para sectores mercantilistas. Por otro, el mandatario fue criticado porque tampoco anunció el aumento de la remuneración mínima vital. Asimismo, al sector de izquierda le ha chocado hasta la médula que pierda la última oportunidad para anunciar un cambio constitucional de último minuto. 

En lo personal, no me apena que el líder por el que apostaron en su momento los haya decepcionado. Lo mejor que nos pudo haber pasado es que no diga casi nada, considerando que resulta inverosímil que esta administración desarrollase un cambio de rumbo hacia políticas económicas lúcidas. Es decir, que brinde mayor apertura de mercados hacia el exterior, reformas meritocráticas tajantes de la administración pública, simplificación de cargas tributarias y regulatorias y reestructuración del presupuesto para el sector educación, salud y seguridad.

Por otro lado, la llamada ley de geolocalización de las comunicaciones es un extremo exabrupto que atenta contra la libertad individual. Su aplicación tendría efectos predecibles por la deprimente capacidad operativa de nuestra burocracia judicial y policial.

Ahora bien, las cifras aludidas en su discurso constituyen tal vez el único resquicio de materia para algún análisis. Chocan severamente con la realidad (sobre todo en momentos en que se reduce la inversión privada), afirmaciones extrañas como que al cuarto año de gobierno se habría duplicado el número total de viviendas construidas, en comparación con el gobierno anterior. Asimismo, que la meta para el 2016 sería construir 250 mil viviendas. Cabe resaltar que la inversión privada y el producto bruto interno del sector construcción tiene -4% y -3,7% de tasa anual de crecimiento, respectivamente, en comparación con marzo pasado.

El presidente también sostuvo que la inversión otorgada en infraestructura supera lo logrado en administraciones anteriores. Esto no soporta mayor escrutinio, a menos que nos refiramos a aquellas vinculadas a las asociaciones público-privadas, las cuales se registran en medio de la inercia heredada de la gestión anterior y la desesperación asociada al colapso inversor de los últimos tiempos. 

Finalmente, anunciar que para el 2017, gracias al gasoducto sur peruano, el gas natural llegará a 13 ciudades del país no es más que una buena intención. Tan improbable como que este año cumpliremos la proyección oficial de crecimiento de PBI ofertada a finales del año pasado.

Podríamos sostener que Humala fue impreciso en sus cuantificaciones. Gracias a Dios optó por no hacerle caso a los que añoran un dictadorzuelo que plantee barbaridades, demagogia y generosos regalitos. Pero esto no significa que su discurso fue bueno, sino que pudo ser mucho peor.

Como reflexión final, este discurso y el estilo de política económica del oficialismo proyectan que el próximo gobierno no tiene para nada una tarea fácil. Tanto es así que quien asuma el mando en el 2016 invertirá considerable tiempo en tratar de corregir y revertir los errores económicos de esta administración.