Según la encuesta, un 69,3% de la población está "preocupada" por el futuro de Ecuador y un 23,6% está "esperanzada". (AP)
Según la encuesta, un 69,3% de la población está "preocupada" por el futuro de Ecuador y un 23,6% está "esperanzada". (AP)
Ian Vásquez

Cada vez más el Ecuador pos-Correa se está pareciendo a la Argentina poskirchnerista. Es buena noticia en el sentido de que hoy se respiran aires menos opresivos, como pude constatar en una visita a Quito estos días. Han bajado la persecución política y el acoso a los medios. Además, se están investigando casos de corrupción y otros actos criminales que florecían en el gobierno anterior.

Es mala noticia, sin embargo, que al igual como sucedió en Argentina este año cuando cayó el peso, Ecuador se encuentra encaminado hacia una crisis al no atender su problema económico principal, el descontrol del gasto público.

El presidente Lenín Moreno heredó hace un año y medio un país con crecientes deudas y gastos muy por encima de los ingresos públicos. Los diez años de Correa al poder terminaron con períodos de crecimiento nulo o incluso negativo.

Para reactivar la economía, Moreno ha dado pasos bienvenidos. Quitó las sobretasas arancelarias que había puesto Correa a un tercio de las exportaciones. Está negociando formar parte de la Alianza del Pacífico y busca un acuerdo comercial con Estados Unidos. Estas medidas señalan un cambio de orientación económica para Ecuador. El gobierno de Moreno también habla de ajustes fiscales y de aplicar la austeridad, una retórica que marca otra diferencia con el correísmo.

Pero, en la práctica, Moreno ha hecho poco para resolver el enorme problema fiscal. Ecuador tiene un déficit fiscal que llegó a 11,2% del PBI este año. Para el año entrante, el gobierno propone desacelerar el incremento del gasto; pero los egresos siguen creciendo, por lo que la Cámara de Comercio de Guayaquil advierte que la política fiscal no ha cambiado respecto a lo que fue los últimos diez años.

Es grave que el gobierno se muestre resistente a cambios fiscales de fondo. Durante los diez años de Correa, el gasto público anual se disparó, promediando 40,4% del PBI comparado con 23,7% en los seis años anteriores. La deuda pública también creció con Correa, desde 28,8% del PBI a 39,1%. Al mantener un gasto sobreelevado, Moreno ha seguido recurriendo a la deuda que trepó a 57% del PBI este año. Cuesta cada vez más tan solo pagar los intereses de la deuda. Estos consumían 3,8% de los ingresos en el 2010 y llegaron a 13,7% el año pasado.

La economía está estancada y el gobierno proyecta que lo estará por años. Pero el gobierno es muy optimista. La situación es insostenible. Llega un punto, más temprano que tarde, en que no se puede seguir emitiendo deuda, pues los intereses se disparan y los inversionistas pierden fe, con mucha razón, en la habilidad del repago de la deuda y en la reactivación de la economía.

Eso es lo que descubrió Argentina este año al haber seguido el gradualismo –en vez de hacer reformas de fondo– tal como lo ha estado haciendo Ecuador. La Argentina de Mauricio Macri tampoco controló la hemorragia fiscal pensando que el crecimiento económico sería suficiente como para aguantar la situación. En el caso ecuatoriano, no habrá una devaluación masiva porque usan el dólar. El golpe tomará la forma de una caída en el crecimiento económico y un empeoramiento de la situación fiscal.

Lo irónico es que, en Ecuador, como en Argentina, no se ha querido bajar el gasto bajo el argumento de que perjudicará el crecimiento. En ambos casos, el alto gasto es precisamente lo que ha perjudicado a la economía y nunca fue necesario para el alto crecimiento. (El crecimiento económico ecuatoriano fue más alto en el período pre-Correa que después). 

El no recortar el gigantesco gasto público minará cualquier otro esfuerzo para abrir y reactivar la economía.