El festejo de este 28, por Carlos Adrianzén
El festejo de este 28, por Carlos Adrianzén
Carlos Adrianzén

Hace cinco años asumía el poder un candidato chavista en nuestro país. El consorte de la señora Nadine y sus diligentes colaboradores lo podrán negar mil veces, pero, como diría algún observador desaprensivo, al seguir la huella del dinero se va descubriendo un abrumador  financiamiento llanero.

Mañana –Dios mediante– nos libraremos de esta amenazante carga y se instalará un nuevo Ejecutivo bajo el liderazgo de Pedro Pablo Kuczynski. Esta vez… sí que tendremos para festejar. Los regímenes chavistas dibujaron garrapatas muy difíciles de eliminar en la región. Si no, preguntémosle al doblegado pueblo venezolano de estos tiempos.

Es muy sano no obviar lo que ha causado el socialismo sudamericano reciente en términos de corrupción, hundimiento económico y totalitarismo. Esto a plenitud en Cuba o Venezuela y, en su versión aclimatada, en Brasil o Argentina.

Aunque resulte inusual que esto se destaque –y mucho menos se acepte explícitamente–, a Cuba, Venezuela, Brasil, Bolivia y Argentina les costará décadas desmontar los errores, quebrar trabas y consolidar instituciones capitalistas como las requeridas para crecer sostenidamente al ritmo de China, Australia o Nueva Zelanda (si acaso aspirar a esto último no implica una ilusión bastante bienintencionada pero irreal). 

En el caso de Ecuador, Bolivia y Uruguay, la cosa fue variopinta. En Ecuador, Correa gastó parte del excedente petrolero en infraestructura. En Bolivia, Evo se hizo popular estancado pero distribuyendo dádivas. Y en Uruguay (espantados quizás por lo que pasaba al otro lado del río) no retrocedieron tanto como en Argentina. 

Sin embargo, aunque crecieron con los vientos de cola, todos estos países se estancaron en términos de desarrollo global. Ninguno es hoy un ejemplo de crecimiento ni está exento de la tarea de desmontar retrocesos e implementar reformas de mercado para crecer a ritmos altos y sostenidos.

¿Y el Perú? Nosotros no nos escapamos de esa perspectiva. Y, justamente porque no la queremos, tal vez resulte útil observarla en el infortunio de otros países de la región. 

El régimen de los Humala hizo algunas cosas destacables: subsidiar ancianos (Pensión 65), becar a estudiantes pobres (Beca 18) o licitar la línea 2 del metro de Lima. Pero estos aciertos se contraponen a otros errores mayores. Su gobierno infló la burocracia y la regulación y trabó la exportación y la inversión privada. Con ello –y con un dólar controlado– comenzó la hemorragia de divisas y la apertura de las brechas externa y fiscal.

Pero entendámoslo: Humala no fue inocuo. Hoy el reto del presidente Kuczynski no implica solo moderar estas dos brechas macroeconómicas, ni reactivar determinadas inversiones hoy paralizadas. Sin mandato congresal y con una oposición izquierdista obstruccionista y trajinada (ya lo verán en los próximos meses), deberá ejercer el liderazgo suficiente para desmontar los errores de la gestión macroeconómica, quebrar trabas y consolidar instituciones capitalistas como las requeridas para crecer sostenidamente a ritmos elevados. 

Hacer esto, estimado lector, no es fácil. No es algo retórico. Si de retórica liberal se tratase, ya tendríamos los ingresos de Suiza. Festejemos, pues, este 28 de julio. Nos libramos de un bulto que nos hizo retroceder. Ojalá en el 2021 festejemos un quinquenio en el que recuperemos el crecimiento alto. 

Eso sí, la cosa no viene fácil. Debemos poner el hombro todos, pues la izquierda limeña está en pie de guerra.