El futuro de Agrobanco, por Iván Alonso
El futuro de Agrobanco, por Iván Alonso
Iván Alonso

El gobierno está inyectando en estos días 150 millones de soles al capital del Banco Agropecuario, más conocido como Agrobanco. Ésta es solamente la primera parte de los 500 millones que ha prometido inyectarle para aumentar la oferta de financiamiento para los micro y pequeños productores agrarios, ganaderos y acuícolas, con el objetivo ulterior de promover el desarrollo rural. Todo eso está muy bien en el papel, pero ¿qué justificación puede haber para darle más recursos, que salen de los bolsillos de todos los peruanos, a una entidad que no ha demostrado hacer buen uso de ellos?

Veamos, para comenzar, sus resultados financieros, que son públicos y se encuentran en la página web de la Superintendencia de Banca y Seguros. En el año 2015 Agrobanco tuvo una rentabilidad patrimonial de 6%. Esto sale de dividir las utilidades antes de impuestos entre el patrimonio neto (que es básicamente el capital del banco). Es como si el estado, que es el dueño, sembrara 100 para cosechar 6. En los primeros nueve meses de este año la rentabilidad patrimonial anualizada se ha reducido a menos de 3%. En la banca comercial es 18%, en promedio.

Y no es que cobre poco por los préstamos que hace. Excluyendo a los bancos que se enfocan en el crédito de consumo, la banca comercial está cobrando una tasa promedio de 11% –dividiendo los intereses recibidos entre los créditos totales–, por debajo del 15% de Agrobanco. Lo que pasa es que a este último los fondos le cuestan el doble; y los gastos administrativos se llevan arriba del 80% de su margen operacional, mucho más que en la banca comercial.

Otra cosa que llama la atención es la cantidad de fondos disponibles que mantiene Agrobanco: 562 millones de soles al 30 de setiembre, que están prácticamente estacionados en otros bancos. Uno se pregunta para qué necesitará más capital. Ciertamente, los bancos deben mantener una reserva de fondos disponibles para hacer frente a los retiros del público, que pueden arreciar súbitamente y comprometer su liquidez. Pero ése no es el caso de Agrobanco, que no tiene ni un triste y mísero sol de depósitos del público (no obstante declarar la promoción del ahorro rural como parte de su “misión” en esta vida). Ahora entendemos por qué los fondos le cuestan el doble que al resto de los bancos.

Un banco que no toma depósitos no es propiamente un banco. Se parece más a un fondo de inversión que se presta plata de otras instituciones financieras del país o del extranjero para prestársela, a su vez, a sus clientes. En esa labor de intermediación obtiene un margen. Pero es imposible, sin el fondeo barato que proviene de los depósitos del público, que alcance el nivel de rentabilidad que normalmente se espera de un fondo de inversión, a menos que cobre intereses a tasas mucho más altas de las que cobra hoy.

El gobierno no debería poner 150 millones de soles (ni, mucho menos, 500 millones) en un negocio que apenas le rinde 3% de utilidades al año. Es un desperdicio de recursos. Esa misma cantidad, invirtiéndola en un buen proyecto de infraestructura, podría rendir cinco o diez veces más en beneficios para la sociedad.
Algo tendría que cambiar radicalmente en la administración de Agrobanco para hacerlo más eficiente y más rentable. Pero es poco probable que eso ocurra mientras esté en manos del estado. Lo mejor sería privatizarlo.