El hombre fuerte de Estados Unidos, por Ian Vásquez
El hombre fuerte de Estados Unidos, por Ian Vásquez
Ian Vásquez

Con su toma de poder ayer, Donald Trump se convierte en uno de los presidentes estadounidenses más poderosos en décadas. No solo hereda una presidencia que bajo sus predecesores acumuló poderes inauditos y cuestionables en nombre de la lucha contra el terrorismo y las drogas y para enfrentar una crisis económica; el partido de Trump también controla las dos cámaras del Congreso y la mayoría de los gobiernos y legislaturas estatales del país.

El auge de Trump claramente representa una crisis para el Partido Demócrata. Pero también representa un reto y hasta una crisis para el Partido Republicano. Después de todo, Trump fue elegido en contra de los deseos o apoyo del ‘establishment’ republicano apelando directamente a la ciudadanía con un discurso populista. Los republicanos necesitan al nuevo presidente mucho más que él los necesita a ellos. El Partido Republicano se transformará en la era de Trump en uno con posturas como el proteccionismo, que son fundamentalmente opuestas a las que tradicionalmente ha tenido.

Trump, que alguna vez fue un demócrata declarado, no tiene ideología. Es un nacionalista cuyas propuestas apelan a las plataformas tradicionales de los demócratas o republicanos dependiendo del tema. Él habla del movimiento que lidera basado en la baja confianza que han llegado a tener los estadounidenses en las instituciones del país. Él pinta a buena parte de la prensa, las cortes, los partidos, los líderes empresariales, etc. de ilegítimos porque han traicionado a los ciudadanos de a pie y asevera que solo él puede poner orden como representante y voz del pueblo. Es un populista auténtico. Dado que también es la persona más poderosa del mundo, pondrá a prueba la forma republicana del gobierno estadunidense, sus instituciones y pesos y contrapesos.

El discurso inaugural de Trump solo fortalece estos temores. Se refirió a que los políticos de Washington han creado un sistema que les beneficia a ellos a costa de la ciudadanía. Hay algo de verdad en esa aseveración. Con el crecimiento del Estado se han creado grupos de presión poderosos y políticas impopulares o con las que el pueblo no se identifica. Pero la promesa inaugural de Trump acerca de devolverle poder al pueblo suena vacía a la hora de ver sus propuestas, pues lo que planea el presidente es incrementar todavía más el papel del Estado en la vida de los estadounidenses.

Trump quiere aumentar el gasto militar y se refirió a la “triste disminución de nuestras fuerzas armadas”. Ignora que, con un presupuesto de alrededor de US$600.000 millones, el Pentágono tiene más recursos que lo que tuvo durante la Guerra Fría y maneja las fuerzas armadas, que son por lejos las más grandes del mundo. También resucitó el mito de la infraestructura derruida de EE.UU. para justificar un incremento masivo de gasto. Aumentar el gasto no dista mucho de la práctica de sus predecesores, cosa que ha producido un alza de deuda pero no un crecimiento envidiable.

El nuevo presidente habló de los estragos causados por otros países. Se refirió al libre comercio y a la inmigración que él culpa de haber estado “robando nuestras empresas y destruyendo nuestros trabajos”. Promete un proteccionismo enérgico. Renegociará el tratado de libre comercio que tiene con México y Canadá, retirará a EE.UU. del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, y muy posiblemente desatará una guerra comercial contra China. Todo eso redundará negativamente sobre América Latina, por no hablar de Estados Unidos y el mundo.

Su política comercial es consistente con el ya haber logrado disuadir a grandes empresas a invertir en México y dejar abiertas plantas en EE.UU. a pesar de que no tiene sentido ni desde el punto de vista económico de la empresa, ni el nacional. Trump usará los formidables poderes de la presidencia para hacerle ‘bullying’ al sector privado en nombre del pueblo. Según su discurso de ayer, el patriotismo y la lealtad al país guiarán las políticas de este gobierno. Por supuesto que será Trump quien interpretará qué es ser patriota o no.

Lo que viene es más mercantilismo y una desviación en el estilo de gobernanza del país. Que Trump pueda lograr algunas políticas positivas significará poco si viene a costa de la institucionalidad del país y es implementado por un hombre fuerte.