La innovación y el sector público, por Ian Vásquez
La innovación y el sector público, por Ian Vásquez
Ian Vásquez

Se ha puesto de moda promover la innovación. El Perú no cuenta con suficientes compañías, científicos o centros de investigación que estén produciendo tecnologías, conocimientos o manejos empresariales novedosos como ocurre en los países avanzados. El año pasado se aprobó una ley para impulsar la investigación científica, el desarrollo tecnológico y la innovación tecnológica a través de beneficios tributarios. Distintos entes gubernamentales han sido creados con semejante propósito.

La idea es que el Estado necesita incentivar tales actividades, pues el sector privado a solas no tiene el estímulo para ser más innovador. En la medida que se puede incrementar la innovación, toda la economía se beneficia, incrementando así la riqueza no solo de la empresa particular favorecida sino del país entero. Y si se subsidia la investigación científica –algo que es costoso y con rendimientos a veces muy a futuro– los nuevos conocimientos lograrán avances tecnológicos de los que todos nos beneficiaremos. 

El problema, según Terence Kealey, de la Universidad de Buckingham en el Reino Unido, es que no hay ninguna evidencia de que el financiamiento público de la ciencia sea necesario. Un estudio de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) sobre las fuentes del crecimiento en los 21 países más avanzados, encontró, para sorpresa de los autores, que la investigación y desarrollo (I&D) financiada por el sector privado produce crecimiento económico, mientras que la I&D financiada por el sector público no tiene impacto económico alguno.   

Kealey no es el único investigador que explica que la diferencia se debe al efecto desplazamiento –el sector público usa dinero que el sector privado hubiera usado de manera más productiva–. El estudio de la OCDE es consistente con la historia económica de Estados Unidos y Europa. EE.UU. y el Reino Unido en el siglo XIX y principios del siglo XX contribuyeron con avances enormes en la ciencia y tecnología con apoyo casi nulo del sector público, mientras que Francia y Alemania sí financiaron la ciencia pero sin los resultados económicos de los países anglosajones.

Fue hasta la Guerra Fría que los países anglosajones incrementaron notablemente el apoyo estatal a la I&D con los resultados ya mencionados. Para el Perú, no tiene sentido copiar la experiencia contemporánea y poco alentadora de los países ricos.

El connotado escritor de ciencia Matt Ridley explica que, además, la idea de que la ciencia conduce a la innovación y la tecnología, y a su vez a actividades comerciales, es bastante equivocada. El proceso es casi siempre al revés: “Los grandes avances científicos suelen ser los efectos, no las causas, del cambio tecnológico”. Por eso, dice Ridley, la astronomía floreció con la era de los descubrimientos y la máquina a vapor estimuló la ciencia termodinámica. 

Esto sugiere que los países que quieren fomentar la ciencia y la innovación deben crear un entorno institucional que permita que el comercio florezca. El Perú está lejos de eso. Las empresas en tal entorno, llámese de libertad económica, tienen el incentivo para innovar y hasta invertir en investigación científica, pues las ganancias pueden ser enormes. Y la experiencia confirma que es exactamente lo que ocurre con el sector privado en los países más libres.

Es más, los estudios muestran que es común que las empresas que compiten entre sí compartan información privada sobre sus innovaciones con sus rivales, pues se benefician más con esa conducta. Sucede que copiar innovaciones no es nada fácil ni barato, especialmente si se trata de tecnología avanzada. El historiador económico Nathan Rosenberg encontró que el costo de copiar llega al 100%. Las empresas privadas tienen suficientes incentivos en el mercado libre para innovar sin ayuda del Estado.

Uno de los problemas con el apoyo estatal a la innovación es que requiere que el Estado escoja ganadores. Ese sistema es propio del mercantilismo, que una vez armado es difícil de desarmar. Tal como escribió Iván Alonso recientemente en estas páginas, debemos preguntarnos si la primera empresa que se ve beneficiada por la nueva ley de promoción de I&D, con su sistema de láseres, realmente favorece a la economía peruana o a empresas en el extranjero. Sería una pregunta buena para hacerle a Fernando Zavala, gerente general de Backus, que ganó el comentado apoyo estatal.