Como suele ocurrir con todo lo que publica Vladimir Cerrón, el comunicado en el que invita a a renunciar a –que luego el presidente hizo efectivo– está revestido de toda la fraseología cerronista a la que nos tiene acostumbrados. Era el punto alto de esta suerte de matrimonio de migrante, donde cada uno sabía que, pasada la frontera de la elección, los caminos se podían bifurcar. Perú Libre había logrado ser la primera fuerza parlamentaria gracias a esa relación de interés con Pedro Castillo. De lo contrario, hoy sería un partido sin inscripción.

Esta relación estuvo llena de acercamientos y alejamientos durante estos once meses de gobierno. Los 37 escaños iniciales de Perú Libre constituían un número significativo y un escudo de defensa contra esa espada de Damocles que se llama vacancia. Desde Guido Bellido, pasando por ministros, altos funcionarios y muchos otros en diversos cargos públicos, militantes ingresaron al aparato del Estado con el solo requisito de ser miembros del partido, contribuyendo al desastre de un gobierno incompetente, cuando no inmerso en presumibles actos de corrupción. Por cada salida de un perulibrista, ingresaba otro peor. Eso lo sabe Castillo, pero él mismo tiene techo de vidrio con sus propias redes cercanas, sean familiares, vecinales o sindicales, que salían de Chota para hacerse de un lugar en el (des)gobierno. Al final, entre ellos se acusan y se delatan. El piso está, pues, parejo.

Sin embargo, Castillo veía afectado su gobierno por el desempeño de los cerronistas y estos veían encoger su bancada parlamentaria, que se redujo de 37 a 16 escaños, apoyada desde Palacio de Gobierno. Perú Libre ve peligrar su bancada, tiene limitada y disminuida presencia en el aparato del Estado y en un proceso electoral como el regional y municipal del próximo octubre ser oficialista no es la mejor carta de presentación. Por su lado, Pedro Castillo ve reducido su apoyo, pues los 21 escaños de las bancadas creadas a expensas de Perú Libre están lejos de los 44 que necesitan para protegerse contra la vacancia. Ante este escenario previsible, ya había jugado sus cartas con las bancadas que no forman parte de la oposición más enconada, como es el caso de ‘Los Niños’ de Acción Popular. Sin embargo, todo esto tiene un límite, pues a la ya iniciada investigación del Ministerio Público se le ha sumado el informe de la Comisión de Fiscalización del Congreso que compromete seriamente al presidente Castillo en actos de corrupción.

Pese a ello, esta separación no necesariamente es una ruptura definitiva. La carta de renuncia de Pedro Castillo no responde en el mismo tono que la invitación para su retiro por parte de Perú Libre y, por lo demás, no ha tocado el tema en sus escasas y esquivas declaraciones. Vladimir Cerrón se mueve ahora coincidiendo con la oposición de derecha, como se ha visto con la censura al ahora exministro del Interior, despachando febrilmente tuits contra el Gobierno. Sin embargo, Perú Libre no necesariamente se sumaría a un tercer intento de vacancia. Esto, porque la sucesora de Castillo, Dina Boluarte, puede correr la suerte de ser inhabilitada en el Congreso, por lo que podría desarrollarse una salida política no controlada ni deseada por ellos de adelanto de elecciones. Este escenario sería el peor para Cerrón, pues carecería de candidato, difícilmente pasaría la valla electoral, no tendría bancada, perdería su inscripción como partido y, no menos importante, dejaría de recibir casi S/ 2 millones anuales del financiamiento público que recibe Perú Libre. Es decir, Cerrón sabe que, más allá de sus amenazas, esto es solo un hasta luego.

Fernando Tuesta Soldevilla es profesor de Ciencia Política en la PUCP