¿País milenario o start-up?, por Richard Webb
¿País milenario o start-up?, por Richard Webb
Richard Webb

Nos definimos como país milenario, heredero de un rico patrimonio arqueológico y de cultura comunal, imagen que nos distingue cual título hereditario. Pero más exacto sería definirnos al revés, como un país , donde casi todo es emprendimiento, experimento y poco seguro. 

Cabría recordar que hace siglo y medio el territorio peruano contenía apenas tres millones de personas. Hoy somos treinta. era un amplio valle agrícola donde se ubicaba un pueblo más pequeño que la actual ciudad de Pisco, pero que ostentaba el título de Ciudad de los Reyes. Uno de cada cuatro de sus residentes había nacido en el extranjero. Aparte de esa Lima, minúscula y semiextranjera, ser peruano era vivir en el campo. Hoy, la mayoría de peruanos nunca ha tocado la ubre de una vaca ni degollado un cuy ni enterrado su pie en el barro de un surco, experiencias diarias de casi todo peruano de hace un siglo. bien define a Lima como “adolescente”. En realidad, el calificativo es aun más acertado para las cuarenta ciudades peruanas que hoy igualan o sobrepasan la Lima colonial, incluyendo Catacaos, Yurimaguas e Ilo. 

Hace un siglo tampoco existía la selva. Su inclusión en los mapas del Perú era un lance esperanzado, como los mapas que hoy incluyen un trozo de la Antártida como parte del Perú. Pero la Amazonía da ahora trabajo a dos de cada cinco agricultores, proporciona más de un tercio de la superficie agrícola, y su población y agricultura siguen expandiéndose rápidamente. 

Un vuelco aun más reciente ha sido la descentralización. Hace 20 años nos describíamos como un país “hipercentralista”, donde el gasto decidido y ejecutado por instancias regionales y locales era ínfimo. De un día para otro, ese gasto ha saltado hasta ser un tercio del presupuesto nacional.

Pero, sobre todo, la transformación consiste en la integración física y cultural, una demolición de esas diferencias y barreras que impedían la realización del “Perú posible” concebido por el joven . Finalmente, estamos pasando de ser un territorio a ser un país. 

Los hilos que vienen envolviendo y conectándonos son varios. Primero, la educación. En 1940, más de la mitad de peruanos eran analfabetos. Hoy, estos alcanzan apenas 5%, mientras que la proporción de adultos que ha cursado todo o parte de un colegio secundario, que era casi cero, ahora llega a 40%. Segundo, los medios masivos de comunicación hoy llevan las mismas noticias, telenovelas, música y discursos políticos a casi todo poblador. Tercero, el crecimiento explosivo de caminos ha multiplicado el movimiento interno de mercaderías y personas. Cuarto, la conexión por celular es casi universal. Quinto, la banca y el crédito pronto estarán en cada distrito. Sexto, la conexión eléctrica se extiende en casi todo el territorio. Séptimo, la ciudadanía se universaliza, con DNI y voto. 

El Ministerio de la Producción ha creado una oficina llamada Startup Perú para apoyar la innovación empresarial, pero el start-up más grande es el propio país. El proyecto de un Perú conectado e integrado se encuentra en pleno lanzamiento. 

Quizá así podamos entender mejor las torpezas y los traspiés que vivimos. Se sabe que la adolescencia es una etapa de transformación física, pero además de poca capacidad para el autogobierno. En el país milenario, todo tiene su sitio y todo es formal. En el país que nace, el cambio acelerado desordena, generando nuevas inseguridades y oportunidades, además de crear nuevas reglas de juego, muchas veces informales.