Salvador del Solar en reunión de la PCM. (Foto: Andina)
Salvador del Solar en reunión de la PCM. (Foto: Andina)
Enzo Defilippi

La semana pasada, el Consejo de Ministros aprobó una propuesta para una nueva ley de cinematografía que, entre otras cosas, busca triplicar los recursos que el Estado asigna al cine.

Me hubiese gustado ver el texto aprobado pero aún no ha sido dado a conocer. Lo que me dicen es que ya no contempla los aspectos más controversiales del anteproyecto publicado por el Ministerio de Cultura, como obligar a los dueños de las salas a exhibir películas que no consideran rentables y que el Estado pudiese fijar los términos comerciales de dicha exhibición. Eso estaría bien, pues en mercados competitivos no se justifica la intervención del Estado en las relaciones comerciales entre empresas, menos aún para beneficiar a unas a expensas de las demás.

Yo estoy convencido de que el buen arte nos cambia la vida. De que somos mejores personas luego de leer un libro, ver una pintura o disfrutar de una película que nos mueve. Por ello, por las externalidades positivas que generan, considero que es razonable que el Estado promueva las industrias culturales. Pero así como no todos los libros, pinturas o películas nos mueven, tampoco creo que el Estado deba promover cualquier producto cultural. De hecho, aun si pudiésemos encontrar un mecanismo que determine objetivamente cuáles productos son “buenos” ,no tenemos recursos para promoverlos todos. Estamos condenados a priorizar.

Ya he sido criticado por decir esto, pero insisto en que si aquello que mejora la vida de la gente es el consumo de cultura, no se puede justificar invertir nuestros escasos recursos públicos en la producción de obras que llegan a pocas personas. Mucho menos si son caras de producir, como en el cine. Por eso dudo que películas que solo ven cuatro gatos generen beneficios sociales que justifiquen su subsidio, por más buenas que sean.

También dudo mucho, muchísimo, que tenga más sentido subsidiar unas pocas películas al año que usar ese dinero para promover permanentemente la literatura, la música, el teatro o las artes plásticas. Que, por ejemplo, equipar y mantener auditorios y salas de exhibición donde no los hay.

Por otro lado, también creo que tendría mucho más sentido usar estos fondos para promover el arte en los colegios. No solo porque los niños que no crecen habituados a la cultura difícilmente la aprecian cuando crecen, sino porque así estaríamos creando la demanda por productos culturales del futuro.

Lo más triste es que esta película, la de la ley de cine, ya es repetida. Al igual que hace cuatro años, el proyecto recientemente aprobado fue originalmente redactado por un grupo de trabajo en el que estuvieron representados los interesados en producir cine en el Perú. Y, al igual que entonces, lo que propusieron fue una ley a la medida de sus intereses. ¿Se ha analizado la rentabilidad social de los subsidios entregados antes de proponer triplicarlos? ¿Se le ha comparado con la de usar este dinero para promover las demás industrias culturales? No lo creo. Cuando las conclusiones se suponen, los análisis sobran.

Es una pena que en el Ministerio de Cultura no se den cuenta de que son eso, un ministerio de cultura, no uno de cine. Menos aún, los representantes de los cineastas en el Gobierno.