(Foto: Alonso Chero)
(Foto: Alonso Chero)
Andrés Calderón

No es extraño transitar de la decepción a la euforia en el . De villanos a héroes, y viceversa. Pasa en el fútbol, pasa en la política.

Estamos nuevamente en una semifinal de , dejando en el camino a la selección de Uruguay, jugando, paradójicamente, ‘a la uruguaya’. Sin un fútbol vistoso, pero sí aguerrido. De dientes apretados y respiración aguantada, con plegarias de por medio al VAR todopoderoso. Entre el 5 a 0 en contra frente a Brasil y el 5 a 4 en penales a favor ante Uruguay, hubo un equipo peruano más consciente de sus limitaciones.

A pocos días de la vergonzosa derrota futbolera, otra escuadra peruana sufría un revés. Nos referimos a la comisión especial de selección de los integrantes de la . El resultado: 120 a 0. De entre más de un centenar de postulantes, solo uno resultó elegido, el mismo que al final renunció al puesto, en medio de críticas por los procesos penales y laborales que tenía en su contra y que fueron soslayados por los miembros de la comisión especial.

Obviamente, esto sirvió para cuestionar al comando técnico, en este caso, el presidente Vizcarra, quien promovió la reforma constitucional que creó la JNJ y el nuevo sistema de elección de sus integrantes. Y de taquito, se le recordó al Ejecutivo que el fracaso se podría repetir con la reforma política que también impulsa.

La debacle en la primera convocatoria para integrantes de la JNJ es innegable pero difícilmente sorpresiva. ¿De verdad esperábamos pasar, de la noche a la mañana, de un Consejo Nacional de Magistratura (CNM) infestado de prebendas “fraternales” a una JNJ ejemplar? ¿Cuántos reputados juristas, con 25 años de cátedra universitaria, iban a arriesgarse al manoseo político de postular a un cargo que solo dura 5 años, no es reelegible, y se encuentra situado en las entrañas de un sistema judicial aún no inmune de ‘hermanitos’? ¿Creíamos que de un Ejecutivo proclive a las salidas populistas y del Congreso (sobre todo, este Congreso) podía emanar un modelo institucional icónico e imitable mundialmente?

Hace unos meses, dije en esta columna que sería un mérito si entre todas las reformas planteadas por el Ejecutivo, por lo menos lograban alcanzar la del CNM. Pero no faltaron los soberbios (o utópicos) que creían que podíamos transformar completamente la justicia y política peruana en un santiamén, llegar a la OCDE y hacer que las corvinas sobre las olas naden fritas con su limón.

Quizá ganemos a Chile. Quizá, a pesar de la crisis política y un elenco inapto hasta para una liga distrital de la Copa Perú, logremos sacar adelante alguna reforma. Pero lo difícil se convierte en imposible cuando la humildad abandona la consciencia y nos comportamos como campeones mundiales con jugadores del Mundialito del Porvenir.

Debemos evitar la arrogancia de enfundar a una reforma judicial (y política) incipiente y atropellada el ropaje de un renacimiento republicano moralizador. Las normas, por más bienintencionadas que sean, no cambian por sí solas las instituciones, más aun cuando sus actores siguen siendo los mismos. Pero tampoco hay que hacerle el juego a los obstruccionistas interesados en el fracaso de las reformas, por mezquindad o conveniencia.

Entre ambos extremos hay espacio para pequeños progresos, para conformar una Junta Nacional de Justicia, si bien no óptima, cuando menos decente y funcional. Y quizá, por penales, acumulemos algunos triunfos que nos acostumbren a la victoria y motiven a elegir mejores representantes el 2021.

De a pocos. Como diría un recordado y querido narrador deportivo: “Si no puedes ganar el partido, por lo menos no lo pierdas”.