Las populares perlitas de campaña, por Carlos Adrianzén
Las populares perlitas de campaña, por Carlos Adrianzén
Carlos Adrianzén

Las campañas electorales son muy apetecibles para la discusión. No solo por los temas relevantes que diseñan, sino por los planes cantinflescos, ilusos y truchos.

No es raro que se enfoquen asuntos sin más atributo que lo emocional. Ni tampoco son extraños los casos en que el más elemental escrutinio expone al ridículo a quien lo aluda. Una campaña accidentada ayuda mucho a los improvisados, pues el escrutinio es muy escaso.

Fíjemonos en algunas propuestas de ciertos programas de gobierno. No daré nombres, pero he escogido ofertas transversales y a candidatos considerados como los más ilustrados. Imagínense si estas perlas son extraídas de los programas mejor elaborados, anticipe las de otros menos lúcidos. 

Veamos aquella propuesta que nos ofrece hacer del Perú un país desarrollado en una generación. 

Sí, en solo 25 años. Si consideramos que nuestro país tiene un producto por persona equivalente a menos de una décima parte del estadounidense (o un sétimo del español), entenderemos que el candidato no tiene mayor pudor en engañarnos.

Tal vez cree que en dólares constantes creceremos por encima del 10% en cada uno de los próximos 25 años. Algo así como que en una noche Alianza Lima golee sucesivamente al Barcelona, al Real Madrid y al Bayern Múnich. A uno tras otro, sin descansos ni cambios.

Otra de las perlas de la campaña es la afirmación de que el Perú debe industrializarse. ¿Qué es esto? Simplemente aumentar la actividad industrial en una zona. 

¿Existe acaso una relación directa entre el desarrollo económico y la industrialización? Aquí la historia global resulta cruel y cargada de ideología. El cementerio de los fracasos de desarrollo africano y sudamericano está repleto de episodios que trataron de perseguir el sueño de la industrialización fácil.

En medio de estrategias de sustitución de importaciones que buscaban convertir materias primas en manufacturas, mientras tres o cuatro sinvergüenzas –burócratas y mercaderes– se enriquecían gracias a los subsidios y controles estatales.

Pero existe una perla especial y que es transversal a casi todos los planes de gobierno: los regalitos. Ofrecer lo que hoy no podemos pagar, ni cercanamente. Por ejemplo: regalar pensiones dizque justas a quien tiene ingresos de subsistencia; y viviendas de calidad a precios accesibles con financiamiento subsidiado a largo plazo. 

Además, por supuesto, infraestructura y educación de Primer Mundo en todas las regiones. 

Joyas todas populares, aunque inverosímiles o mentirosas, dada la situación y perspectivas fiscales que heredará el próximo gobierno. En buen español: frustración futura asegurada y a la vena.