(Foto: Congreso de la República)
(Foto: Congreso de la República)
Enzo Defilippi

Ya he escrito en anteriores oportunidades sobre por qué creo que las comisiones investigadoras del son tan útiles como un cenicero en una motocicleta: las investigaciones se llevan a cabo sin ningún rigor, la inocencia o culpabilidad de los involucrados se desprende de negociaciones políticas y no de los hechos, y los congresistas que las conforman suelen estar más preocupados en atacar a sus enemigos y blindar a sus amigos. Lo que no esperaba es que la congresista revelase, sin querer, que estoy en lo cierto.

Sí, la semana pasada, en su intento de explicar por qué después de dos años de investigaciones y millones de soles de gastos la comisión que presidió no pudo descubrir la relación entre Luis Nava, Miguel Atala, y Alan García, la congresista Bartra declaró que “los elementos de convicción acaban de aparecer”. ¿Cómo que “acaban de aparecer”? ¿No era su trabajo encontrarlos?

Existen varias alternativas de respuesta a la pregunta “¿por qué no los encontró?”. La primera es que no podía. Como sabemos, estas comisiones se limitan a revisar documentos e interrogar a los involucrados, por lo cual es muy poco probable que descubran algo que no haya descubierto la fiscalía, la contraloría o la prensa. En ese caso, cabe preguntarse: ¿de qué nos sirve a los peruanos pagar por una comisión investigadora que no tiene cómo descubrir lo que está investigando?

Una segunda opción es que la comisión sí podía descubrir la verdad, pero sus integrantes no quisieron hacerlo. En ese caso, la pregunta que cabe hacerse es: ¿de qué nos sirve a los peruanos pagar por una comisión investigadora que no va a revelar la verdad aun pudiendo hacerlo? Al contrario, de ser este el caso, sus integrantes estarían actuando como encubridores de la corrupción.

La tercera opción de respuesta es que la comisión sí podía descubrir la verdad y sus integrantes tenían la voluntad de descubrirla, pero no sabían cómo hacerlo. La pregunta, en este caso, sería muy similar: ¿de qué nos sirve a los peruanos pagar por una comisión investigadora que no sabe cómo encontrar la verdad, a pesar de que podía hacerlo y sus integrantes querían hacerlo?

En mi opinión, la respuesta a estas preguntas es clara: de nada. A los peruanos estas comisiones no nos sirven para nada, independientemente de que tengan o no los medios para conocer la verdad y de que sus integrantes tengan o no la voluntad de descubrirla. Tiene mucho más sentido dejar que la fiscalía haga su trabajo, ya que, como estamos viendo, ellos sí tienen los medios para descubrir quién coimeó a quién para que haga qué.

Este desperdicio de tiempo y recursos no solo ha ocurrido con la comisión presidida por Rosa Bartra. Las IIRSA, por ejemplo, por las que Odebrecht habría pagado coimas a Alan García y Alejandro Toledo, han sido investigadas por comisiones congresales en el 2006, 2008 y 2015. ¿El resultado? Ninguno. Nada de lo concluido por ellas ha servido siquiera como insumo para descubrir la corrupción de la que los peruanos nos estamos por fin enterando.

Entonces, ¿para qué sirven estas comisiones? Además de para darle cobertura mediática a algunos congresistas, no se me ocurre nada más.