Una reforma exitosa de seguridad, por Ian Vasquéz
Una reforma exitosa de seguridad, por Ian Vasquéz
Ian Vásquez

Un país en desarrollo vive alta corrupción y años de delincuencia creciente en que participan todo tipo de criminales y autoridades de altos y bajos cargos, e incluso la policía. Un nuevo gobierno, elegido democráticamente, promete una reforma que resuelva el problema de la inseguridad y cumple esa difícil tarea.

Ese país, desafortunadamente, no es el Perú. Pero si es el caso de Georgia, país que se independizó de la Unión Soviética con la caída de ese imperio. El Banco Mundial considera exitosa la lucha de Georgia contra la delincuencia y la corrupción. Este fue el tema de un estudio nuevo del Instituto Legatum basado en Londres. Si bien no toda su experiencia se puede reproducir en otros países, provee lecciones importantes.

Tras el colapso del comunismo soviético, Georgia sufrió de un Estado absolutamente disfuncional, corrupto y capturado por mafias que controlaban a los políticos. El crimen se disparó y los policías formaban otra banda más de criminales. La Revolución Rosa del 2003 fue una reacción contra el sistema corrompido y en el 2004 se inauguró el gobierno reformador de  Mijeíl Saakashvili.

Una de sus primeras reformas tenía como metas ser radical, ser popular y establecer credibilidad inmediatamente. En julio del 2004 se despidió a todos los 16.000 policías de tránsito. Durante un mes en que el país no tenía tales policías, no se afectó negativamente el tránsito y se reclutó y entrenó a 2.460 personas, generalmente jóvenes y sin antecedentes criminales, para que reemplazaran a la vieja fuerza policial. Para comunicar modernidad, transparencia y un cambio permanente de política, las comisarías se ubicaban en edificios nuevos de vidrio y de diseño abierto. El salario de los policías nuevos era 15 veces más alto que el antiguo salario, lo que redujo el incentivo para cometer corrupción.

La reforma fue popular y ayudó a promover otras reformas. La fuerza de policía criminal también se transformó. Los 30.000 policías criminales tenían que re-aplicar a sus puestos y la mitad quedó afuera mientras que algunos fueron arrestados por corrupción. Desde el 2003, más de 100 autoridades han sido procesadas, incluyendo a 5 gobernadores, 6 alcaldes y 93 concejales. Esas iniciativas junto con cambios en el código criminal facilitaron la lucha contra las mafias, cuyos miembros terminaron en la cárcel o huyeron del país.

Las medidas rompieron el vínculo entre el Estado y el crimen organizado y produjeron una caída notable en la delincuencia. Entre el 2006 y el 2010, la delincuencia bajó en más de un 50% y los crímenes graves en un 66%. Por haber establecido una reputación limpia y cortés, los policías gozan de alta popularidad, la corrupción bajó a niveles europeos, y para el 2010 Georgia ya era uno de los lugares más seguros en Europa.

La lucha contra el crimen y la corrupción se implementó como parte de una serie de reformas estructurales y económicas. Una clave fue la reducción de la burocracia y las regulaciones. Por ejemplo, el Ministerio de Seguridad se fusionó con  el Ministerio del Interior y el número de funcionarios allí se redujo de 85.000 a 25.000. El Ministerio de Agricultura se redujo de 4.370 empleados a 600. El número de ministerios cayó de 18 a 13. Al mismo tiempo, se eliminaron barreras regulatorias hasta tal punto que el Banco Mundial clasifica a Georgia dentro de los 10 países mas fáciles en el mundo para abrir y manejar un negocio. Esto importa, pues a más regulación y burocracia, más corrupción tiende a haber.

No todo lo que hizo Georgia es un ejemplo a seguir. Por ejemplo, su política de cero tolerancia es muy severa en casos de crímenes de menor grado. Pero sí hay lecciones. La corrupción y la delincuencia no son culturales; cambian cuando cambian las reglas e instituciones. La sobredimensión del Estado facilita la corrupción. Respecto a la lucha contra la delincuencia, no puede haber duda acerca de la voluntad, reputación o compromiso de las autoridades.