No es el ruido, por Carlos Adrianzén
No es el ruido, por Carlos Adrianzén
Carlos Adrianzén

Estamos impactados por el exiguo crecimiento del PBI en el 2014 (2,35%), debajo del promedio latinoamericano (3%), según el .

La explicación oficial señala que los deterioros vienen de afuera porque los precios de exportación han caído, como en el 2008. Esto es cuestionable, pues el comercio global sigue creciendo a tasas anuales cercanas al 5% y el promedio de nuestros precios de exportación a fines del 2014 persisten muy altos. Pese a su corrección a la baja en los últimos meses, el promedio trianual de estos es un décimo mayor a los registrados durante la administración anterior. Fueron estos precios los que explican la súbita recuperación del crecimiento peruano del 2009 al 2011.

Así, muchos analistas han buscado otro factor al que atribuir la acelerada pérdida de nuestra economía. 

Es el ruido político, dicen. Serían los arrebatos y las acusaciones de corrupción los que deterioran el ambiente inversor local y las percepciones externas de la plaza.

Este es un diagnóstico creíble, pero solo si se tiene prisa, si solo se lee la página de los escándalos políticos y de corrupción. Si uno olvida quiénes somos como plaza emergente y no ha revisado las tendencias económicas de la política económica local desde que asumió la administración humalista.

Si alguien espera a que elijamos líderes sanos y capaces de estadista, se equivoca. Aquí, para los principales puestos públicos, elegimos a aventureros con prontuario y/o ‘outsiders’. 

Si no es lo externo y el ruido, ¿entonces qué? La actual administración ha cometido recurrentes y severos errores de política y economía. El cuento de que nos gobernamos bien no soporta mayor escrutinio. 

Estos errores son graduales y populares, como los de las administraciones de las décadas de 1970 y 1980. Controlan el tipo de cambio, aprovechando los maquinazos estadounidenses, pero ignoran la alta rigidez laboral y la baja competitividad del grueso de nuestra oferta exportable. Traban institucionalmente inversiones privadas en minería y en el resto de la economía.

Además, nos hipotecan en megaproyectos de dudosa catadura. Inflan lenta, pero tenazmente, la intervención estatal. Pese a su ideología socialistona, son percibidos –solo localmente– como un gobierno ortodoxo y de derecha. 

La sospechosa ‘performance’ gubernamental en los episodios de , y otros, pese a su recurrencia, se toman como episodios aislados. Ruidos no. Es política económica errada o izquierdistona, que, al fin, es lo mismo.