Valores, por Richard Webb
Valores, por Richard Webb
Richard Webb

Una especialidad poco conocida del consiste en descubrir buenos negocios en áreas que eran consideradas meros valores sociales. Invertir US$1 en la primera infancia, nos informan, puede rendir hasta US$7 en beneficios directos. Sumando beneficios indirectos, como no tener que invertir en repitencia escolar o afrontar el pandillaje, se llega incluso a US$17, según un representante de Unicef. Otro negocio social fue anunciado en un artículo publicado recientemente por el mismo presidente del banco, , quien aseguró que crear igualdad de empleo entre hombres y mujeres aumentaría el ingreso promedio en 14%. Si el banco fue pionero en esta nueva técnica de medición del valor monetario de lo social, hoy se vuelve un instrumento universal. Ya en el Perú una ministra ha informado que eliminar la violencia contra la mujer elevaría la economía peruana en 5%, y un economista ha asegurado que controlar la inseguridad ciudadana reportaría un beneficio de US$22 mil millones. Incluso el arte sería una fuente más para generar valor de exportación en América Latina, como comenta un artículo en la revista “” tras entrevistar al pintor Fernando de Szyszlo. 

La entrometida vara del economista no se agota con los temas mencionados. Hoy, hablar de la educación es hablar de crear “capital humano” para una mayor productividad en el trabajo, con pocas referencias a los valores cívicos o habilidades sociales, al valor intrínseco del saber o a la necesidad humana de explicar el misterio de la vida. Igualmente, todo lo relacionado con la naturaleza se convierte en números a tal punto que se ha vuelto difícil gozar de un paseo por el campo sin preocuparse por el valor monetario de la biodiversidad o del costo que significará reemplazar los glaciales con otras fuentes de agua. La corrupción es tratada como un problema principalmente económico, con estimaciones por ejemplo de que su costo llega a ser 5% del PBI mundial, pero con poca atención a lo que significa una sociedad en la que escasean la honestidad y la confianza entre personas. 

Lo que sí se le ha escapado a la oficiosa vara económica es la identidad, valor estrechamente asociado con la libertad y que celebramos en el himno nacional. Ser peruano sigue siendo un valor absoluto, como también ser francés, británico o chino. Pero la cinta métrica del economista no está lejos, y cuando se debate el separatismo catalán o escocés, pesa fuertemente el cálculo del costo que puede significar esa independencia. De la misma manera, el debate acerca de la descentralización en el Perú se refiere casi exclusivamente a la eficiencia económica, despreciando tanto el valor subjetivo del sentimiento regional y local, como el papel de los vínculos locales y comunitarios en la creación de diversidad humana y de la malla social que es base de toda gobernanza. 

La descomposición política sugiere que el estatus dominante de la vara económica empieza a ser contraproducente. Esa posibilidad fue sugerida hace cuarenta años por , el sociólogo estadounidense más respetado y premiado. Bell publicó “Las contradicciones culturales del capitalismo” (1976), libro que alerta que la economía de mercado necesita estar empotrada en una cultura moral, pero que su propia dinámica ensalza valores como la ambición individual y el consumismo, dejando a un costado el valor de lo que el dinero no puede comprar. Quizá la mejor defensa de nuestra economía de mercado sería olvidarnos temporalmente de lo económico para atender a otros valores.