Voto electrónico: ¿una buena idea?, por Arturo Maldonado
Voto electrónico: ¿una buena idea?, por Arturo Maldonado
Arturo Maldonado

Hace unos años, Magdalena Chú, entonces jefa de la ONPE, manifestaba, a propósito de la prueba del voto electrónico presencial (VEP), que la solución tecnológica era tan importante como la capacitación electoral de la población. Desde esa fecha, poco se ha hecho para informar acerca de la aplicación de este nuevo mecanismo en 30 distritos de Lima en estas elecciones. Recién en los últimos días, las autoridades electorales están tratando de hacerlo, pero el grado de desinformación ciudadana parece ser alto.

Sin duda, la implementación del VEP tiene muchas ventajas, sobre todo para las autoridades electorales. La automatización logra que el tiempo para la entrega de los resultados parciales de las elecciones sea menor. Otra ventaja es la rapidez con la que los miembros de mesa pueden generar las actas de escrutinio. Los ciudadanos escogidos aleatoriamente por las autoridades electorales donan muchas horas para cumplir con su deber cívico. Para ellos, poder llegar a casa más temprano será un elemento muy valorado. 

Sin embargo, para el elector no habrá muchas ventajas y sí muchas dudas. En el 2014 las noticias reportaban que la implementación del VEP en siete distritos tuvo problemas. Los principales fueron que no se observó una agilización en el tiempo para el elector. 

Por el contrario, muchos de ellos, sorprendidos con el cambio, demoraron más de la cuenta en emitir su voto. En un estudio realizado en el 2006 en Estados Unidos, se encontró que el VEP no disminuía la eficiencia (para el elector) con respecto al método tradicional de lápiz y papel, aunque sí aumentaba la satisfacción del votante. 

Quizá estas demoras persistan en esta elección. Los ciudadanos nos enfrentaremos a un nuevo sistema por primera vez, pero sin mucha información. El costo de entrada para conocer una nueva tecnología es alto y puede jugar en contra, echando más sombras sobre un proceso electoral que se encuentra en la cuerda floja. Más aun si consideramos que los ciudadanos no estamos informados acerca de las medidas de seguridad de estos sistemas.

Un tema adicional es la diferencia en el diseño de la cédula de votación en papel con respecto a lo que observaremos en las pantallas. En la cédula de papel, los electores de un vistazo tienen las tres elecciones: presidenciales, congresales y al Parlamento Andino. 

Este diseño favorece el voto en línea: la probabilidad mayor de votar por el mismo partido en las tres elecciones. Este efecto puede desaparecer en la nueva modalidad. Según el diseño, los electores observarán diferentes pantallas (primero elegiremos nuestra opción para presidente, luego escogeremos a los congresistas y finalmente a los representantes andinos). 

Puede sonar baladí, pero los efectos de este cambio pueden ser importantes en los resultados finales. Debemos considerar la cédula como la interface entre nuestras preferencias y los resultados. Cualquier cambio en la interface puede introducir errores y sesgos y variar cómo se trasladan nuestras opciones en el sistema. Es como si cambiáramos el teclado de nuestra computadora a otro en un idioma diferente. Sin duda, el número de errores que cometeríamos aumentaría.

En suma, el VEP tiene algunas ventajas, focalizadas en el trabajo de las autoridades electorales y miembros de mesa, pero para el elector parece que el desconcierto prevalecerá. Introducir mayor desconcierto en estas elecciones puede no ser una buena idea finalmente.