5 de abril: bodas de odio, por Pedro Tenorio
5 de abril: bodas de odio, por Pedro Tenorio
Pedro Tenorio

Mañana se cumplen 25 años del , día del golpe inconstitucional que cambió la vida política del país hasta hoy. “Quien no conoce su pasado corre el riesgo de repetirlo”: utilícese cada vez que quiera enfatizar el carácter negativo de un hecho. Sin duda, uno de ellos fue el autogolpe gestado y ejecutado por el entonces presidente Alberto Fujimori y su principal asesor Vladimiro Montesinos en 1992. La pregunta no es qué significó este hecho –tantas veces analizado–, sino qué tanto le sirve al país permanecer atrapado en tan polémica fecha.

A trancas y barrancas, los más conspicuos representantes del fujimorismo han dejado de reivindicarla. Veamos: “” (, 4-4-2016), “” (, 5-4-2015), y “El fujimorismo cometió gravísimos errores, los que no se deben repetir nunca más, por ejemplo, el 5 de abril. No es una fecha para celebrar, nunca hay que celebrarla”, afirmaba un aplicadísimo Joaquín Ramírez –hoy fuera del partido– en su estreno como secretario general de Fuerza Popular (“Perú21”, 13-5-2014). Una mayoría del país tiene muy presente los abusos y tropelías contra libertades y derechos fundamentales perpetrados hasta noviembre del 2000, cuando la fuga de Fujimori a Japón (y de Montesinos a Venezuela) puso fin a su tercer período en el poder. Y es obvio que los tienen presentes porque fue uno de los factores de la derrota de Keiko Fujimori el año pasado, como también en el 2011.

¿Ahí se agotan las repercusiones de esta efeméride? No lo creo. El país avanzó mucho en estos 25 años, pero lo hizo por un cúmulo de razones. Una de ellas fue la recuperación de la democracia plena en el 2000, otra la Constitución de 1993, instrumento esencial para el cambio de matriz económica del país y su reinserción en mercados extranjeros, lo que posibilitó el crecimiento de la economía y, con ello, el financiamiento del Estado y de los programas sociales imprescindibles para la subsistencia de millones de peruanos. Parte del fujimorismo de hoy camina muy desorientado si en vez de asociar esta fecha con la Carta de 1993 (que sin duda puede y debe ser mejorada) propicia en cambio que se lo vincule con un intento de controlar la libertad de prensa como sucede, por estos días, en el Congreso.

Otra consecuencia negativa del 5 de abril es que hasta hoy muchos fujimoristas ven a sus críticos como “terrucos” y que gran parte de sus adversarios los consideren “mafiosos”. Ni el odio ni la beligerancia sirven en una democracia. Nadie propone un borrón y cuenta nueva, pero sin diálogo ni tolerancia tampoco llegaremos lejos.