(Foto: Andina)
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Fernando Vivas

De niño, entre mis primeras intuiciones de visión social, estuvo la idea de una caja con plata para los viejitos jubilados. Lejos estaba de entender sus mecanismos de distribución; pero la idea de un fondo, un Estado y un reparto justo y necesario, la grabé en piedra y sobrevivió a mis devaneos ideológicos universitarios.

Ya había descubierto que las pensiones eran exiguas, salvo las de militares y algunos funcionarios del Estado; y así fui consciente del primer crimen contra la igualdad previsional: el que gobierna (las FF.AA. estaban en el poder o cerca de él) y maneja el reparto, posterga a los trabajadores del sector privado, que somos la gran mayoría.

Pero el mayor crimen contra mi convicción de justicia previsional, se cometió durante la era de Fujimori, en 1993, cuando se introdujo el sistema de AFP. No podía creer que en un país que derecha e izquierda diagnosticaban como extremadamente desigual; se proyectara más desigualdad contra nuestra vejez. Crecí y me formé con la idea de un fondo más o menos redistributivo (hay escalas, pero en un rango corto) para nuestro futuro vulnerable; y quería contribuir a él.

Tal fue mi desazón con las AFP, que nunca me inscribí en alguna de ellas a pesar de que mi rango de ingresos me aconsejaba hacerlo. Sigo contribuyendo a la ONP a sabiendas de que tendré una pensión exigua, y lo hago con la convicción y la pica, de que la creación del sistema de AFP minó las posibilidades de reforma y aumento de las pensiones de la ONP. ¿Por qué? No solo los mayores aportes migraron a las AFP. Esa es la matemática. Esta es la real política: los aportantes de mayor influencia y capacidad de presión, olvidaron ese fondo estatal que ya no les compete. Lo olvidaron al punto que hasta ahora se permite la espantosa injusticia de que quien no aporta 20 años no recibe nada.

Valga este testimonio de previsor ingenuo y picón, antes de sumarme a quienes piensan que el Congreso ha cometido un crimen contra la ONP al permitir el retiro parcial, pero considerable, de sus aportes. Pero este crimen del populismo de centro izquierda contra la institucionalidad previsional no es mayor que el cometido por el neoliberalismo en 1993. Ténganlo presente quienes ahora se acuerdan de la ONP que condenaron a la miseria tres décadas atrás; y que lo tenga presente el TC en la sustentación del fallo que le espera.

Como tantos trabajadores que saben que les espera una pensión indigna, y eso incluye a muchos insatisfechos con lo que les tocara su AFP (sino lo cobraron ya); nos queda la búsqueda del ahorro y de la renta individual, y si hay suerte, cumplir el sacrificio de pagar entre 10 y 20 años la hipoteca de una propiedad inmueble donde caernos muertos. No cometamos más crímenes contra nuestro futuro colectivo.