(Foto: Archivo El Comercio)
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Pedro Tenorio

La semana pasada dijimos que solo un milagro salvaría a de la vacancia. Ese milagro ocurrió por obra de un oficioso monaguillo (Kenji Fujimori), pero se debía a un solo “santo”: Alberto Fujimori. a favor del ex mandatario, quien nunca se arrepintió ni pidió perdón por los crímenes cometidos. Ahora vemos a uniéndose a las celebraciones por la liberación de su padre, aunque al mismo tiempo sea consciente de la humillación a la que fue sometida por diez congresistas que ella llevó en su lista, pero que un día decidieron desafiar su liderazgo y seguir a su hermano. Keiko y su mototaxi nunca la vieron venir. Ahora pagarán las consecuencias.

Porque mientras buena parte de su electorado celebra la libertad de Alberto, el escenario para Keiko se complica. No solo fue humillada el último jueves en su afán por vacar a PPK, sino que el indulto a su padre refuerza la posición de este y de Kenji. Es decir, alcanzar una importante cuota de poder dentro del fujimorismo y ejercerlo. Compartir el poder, algo que la misma Keiko y sus más cercanos colaboradores quisieran evitar a toda costa.

Así, surgen las siguientes preguntas: ¿Conviene más a Keiko continuar en tienda aparte, expulsando a Kenji del partido como luego de la votación por la vacancia se daba por sentado que sucedería? ¿Le suma más pactar una convivencia con Alberto y Kenji, pese a que exigirán tener injerencia en la toma de decisiones clave y la ubicación de sus alfiles en posiciones ejercidas hasta hoy solo por ‘keikolovers’? ¿Se recompone Fuerza Popular a la fuerza –valga la redundancia– o se quiebra definitivamente? Que el facilismo no mueva a creer a algunos que toda esta disputa entre padre e hija estaba armada. No fue así, por eso los efectos del indulto son dolorosos políticamente para Keiko. Hasta anteayer era la lideresa indiscutida de su partido, pero no del fujimorismo. ¿Y ahora?

¿Favorece a Keiko expulsar a los nueve congresistas que la desafiaron votando con Kenji y abriéndole la reja de la Diroes a su padre, como era obvio que ocurriría si salvaban a Kuczynski, y perdiendo la mayoría? Las decisiones para Keiko no serán fáciles. La “unidad familiar” implica para ella pérdida de poder y el ascenso progresivo de Alberto a la cúspide –él le torció el brazo en la vacancia y se considera mejor ajedrecista político que los asesores que la acompañaron en sus dos derrotas presidenciales (2011 y 2016)–. Keiko tiene dos caminos y sabe que separarse de Alberto y Kenji solo dividirá su electorado. Sabe –o debería saber– que el antifujimorismo ha definido a su favor toda elección desde el 2000 y este indulto no hará más que reavivarlo.