Amor de verano, por Rolando Arellano
Amor de verano, por Rolando Arellano
Rolando Arellano C.

En países extremos como Canadá los cambios de estación tienen una inmensa importancia, pues son un período de renovación. En el Perú no tenemos cuatro estaciones marcadas, pero podemos identificar claramente dos: el verano (que terminó ayer con la Semana Santa) y el resto del año. Ojalá que este cambio de estación se refleje también en nuestra vida política, que vive la agitación y la ligereza del verano, y que necesita de la calma, común en el resto del año. 

Con el fin del verano se acabaron los fines de semana de playa, el espectáculo de los jóvenes florecientes, el horario recortado en las oficinas, y se anuncia el regreso de la corbata y la ropa formal al trabajo. Es bueno que eso suceda porque la vida necesita cambios para evitar la monotonía y favorecer la diversidad. Una diversidad que en países más extremos se da en las cuatro estaciones, en que el verano es calor; la primavera, flores; el otoño, colores; y el invierno, frío y nieve, pero que en nuestro país, sobre todo en la costa, solo se marcan en dos épocas. 

Aquí, a diferencia de los países nórdicos, las fiestas principales, Navidad, Año Nuevo, Semana Santa (más claramente este año), las grandes vacaciones escolares y hasta el día de los enamorados se concentran en el verano. Todo cambia explosivamente, todo se alegra, se mueve y se alborota, y hasta el trabajo empresarial se hace más lento, pues en época de jolgorio es difícil tomar grandes decisiones. 

Y esta parece haber sido la tónica para las campañas políticas, que se concentraron en los meses veraniegos (en Estados Unidos la campaña para las elecciones de noviembre del 2016 empezó hace medio año). Las decisiones partidarias de último momento, los cambios de leyes y las mudanzas de intención de voto quizá se expliquen aquí por la vehemencia y ligereza que trae esta estación. 

Por ello, así como nos toca colgar la ropa de baño y las sandalias, pensar menos en el chilcano y la fiesta de fin de semana, es sobre todo necesario el cambio de ‘switch’ mental en nuestra actitud ante las elecciones. 

Es tiempo de cambiar la actitud veraniega electoral y dedicarle tiempo a decidir a quiénes elegiremos. Tiempo de dejar de quejarnos de los políticos, de parar de guiarnos por las encuestas  y de empezar a analizar qué experiencia, capacidad, equipo, propuestas e historia tienen los postulantes. La información existe en redes, páginas de organismos y muchas otras fuentes. 

No escogeremos un amor de verano, sino una relación duradera que se debe elegir con la cabeza fría. Dos semanas no es mucho, pero si nos esforzamos por difundir en nuestro entorno esta idea, todos tendremos muchos mejores veranos e inviernos.