Ilustración: Giovanni Tazza
Ilustración: Giovanni Tazza
Richard Webb

En pocas horas, con un clic del reloj, nos deslizaremos desde el 2017 al 2018. No obstante las intenciones de cambio, es probable que sigamos siendo la raza humana de siempre. Pero lo que sí cambiará es el lugar donde vivimos, porque esta vez el clic de medianoche nos transportará a otra galaxia, un mundo que funciona con otras leyes de la física.

Una diferencia será el volumen del sonido. Por algún motivo, allí todo se grita. Felizmente, ya estamos practicando para adaptarnos a las alturas sónicas del nuevo mundo, con la ayuda de la omnipresente televisión, el torrente de la calle y, en los cines, los tráileres de películas cuidadosamente escogidos por su capacidad para destruir tímpanos. Destaca el patriotismo de los presentadores, que sacrifican sus laringes informándonos en la radio y la televisión.

Una segunda novedad del otro planeta será la crecida velocidad de todo. Por suerte, esa peculiaridad también podemos atisbarla en nuestro viejo planeta, notablemente en la multiplicada rapidez con que hoy se mueven las personas y las mercaderías. Hoy, casi todo ciudadano peruano ha sido empoderado mediante la conexión con el mundo entero a través del celular e Internet. La aceleración informática ha llegado a tal punto que hoy la mitad de lo que publican los medios noticiosos son “hechos” que, nos dicen, se darán en el futuro.

También empezamos a practicar una nueva velocidad en la democracia. Usando encuestas, paros y marchas le ponemos un ‘like’ o un ‘dislike’ cada día a cada acto y cada persona de la función pública, y el concepto de funcionarios elegidos por períodos de varios años empieza a quedar obsoleto. Pero esa velocidad democrática será vastamente mayor en el nuevo planeta donde, por ejemplo, los pasajeros de un avión podrán vacar al piloto en pleno vuelo. Ojo que la velocidad en cualquier tipo de gestión tiene sus complicaciones. En el caso del tráfico vehicular, por ejemplo, subir la velocidad de 65 a 75 kilómetros por hora aumenta el riesgo de accidentes 400%, un mayor riesgo que equivale a exceder el límite de alcohol en la sangre en más de 100%.

El cambio más sorprendente que traerá el nuevo planeta se refiere a la escasez. Ya se atisba el fin de la escasez más grave, la de los alimentos. En el mundo, un tercio de los alimentos se pierden camino a la mesa, y otro tercio es para comer por comer, no para subsistir. En el mundo hay dos obesos por cada desnutrido. Además, lo que se gasta en comida chatarra es más que suficiente para cubrir cualquier falta de alimento sano. En cuanto al resto del consumo, ciertamente no se acabará el apetito por los zapatos nuevos, aparatos nuevos y autos nuevos, pero hablar de esos lujos es salir del mundo de la verdadera escasez. En todo caso, lo que queda de escasez física desaparecerá con el clic de medianoche. Más que escasez, los problemas mayores en el nuevo mundo serán la distribución de la riqueza y qué hacer con la basura.

La mejor preparación para el viaje que empieza esta noche, sugiero, sería ver la película “Star Trek”.