Macarena Costa Checa

Los temas que dominan la agenda pública requieren conversaciones de corte mucho más profundo que el que vemos hoy. Como ejemplo, usaré la y el adelanto de .

Cuando hablamos de la asamblea constituyente, oímos los mismos argumentos de sus defensores una y otra vez: “Necesitamos un nuevo pacto social”, “la debe incluir más y mejores derechos”, entre otros. Pero que hayamos escuchado esto infinitas veces no quiere decir que el tema se haya discutido con la profundidad necesaria.

¿Por qué un sector de la población quiere una nueva Constitución? ¿Por qué la plantean como una solución omnipotente? Para la izquierda, la asamblea constituyente no es un fin, sino un medio que ha permitido articular un discurso común entre izquierdas y que, además, se presta para una narración eficaz. Por eso tenemos que ir más allá. ¿Cuáles son los objetivos concretos que se busca obtener mediante una nueva Constitución? Por ejemplo, ¿mejorar la calidad y el alcance de la educación? Si lo analizamos bien, veremos que no existen objetivos específicos y, si los hubiera, la manera más efectiva de alcanzarlos no sería mediante una asamblea constituyente.

Algo similar pasa con el debate del adelanto de elecciones. Si bien la mayoría de los peruanos reclama un adelanto, sus implicancias casi no han estado presentes en el debate público. Cerca del 90% de los peruanos quiere un adelanto de elecciones al 2023 o 2024, pero más del 70% no considera a nadie como un ‘buen candidato’ (IEP, 2023). ¿Qué esperamos entonces? ¿Cómo podemos querer un adelanto y, a la vez, rechazar a toda la clase política?

Sin políticos no hay elecciones. No podemos aferrarnos tanto a la idea de un ‘outsider’ redentor cada vez que nos enfrentamos a un proceso electoral. Hace falta tener una conversación más seria sobre nuestras expectativas. Los peruanos tenemos que hacer las paces con nuestros políticos o contribuir en el debate sobre cómo podemos tener un adelanto que no nos lleve a terminar en la misma situación en la que empezamos. Una cosa es lo que tenemos y otra lo que queremos. Debemos trabajar con lo que hay; no existe otra opción. Si lo único que hacemos es repetir “que se vayan todos” cada vez que estamos descontentos, nunca nada cambiará. Abordemos la posibilidad de un adelanto con la sensatez que amerita y discutamos como sociedad sus implicancias para el futuro.

Hace mucho tiempo que en la política peruana domina una incertidumbre que evita que veamos más allá de la superficie. Si sumamos la polarización a esta mezcla, nos encontramos en el reino de las medias verdades, en donde resulta imposible tener discusiones serias y desideologizadas, que nos urge tener como nación.

Macarena Costa Checa es politóloga