Todos somos Auschwitz, por Liuba Kogan
Todos somos Auschwitz, por Liuba Kogan
Redacción EC

“En la práctica cotidiana de los campos nazis se realizaban el odio y el desprecio difundido por la propaganda nazi. Aquí no estaba presente solo la muerte sino una multitud de detalles maníacos y simbólicos, tendentes todos a demostrar que los judíos, y los gitanos, y los eslavos, son ganado, desecho, inmundicia”. Estas son las palabras del intelectual italiano , sobreviviente de , quien relató y reflexionó sobre lo que significó vivir el peor exterminio industrial documentado. Industrial, por el desarrollo de mecanismos como las cámaras de gas para asesinar masivamente a las personas, y documentado, porque los diligentes nazis registraron en cuadernos, fotos y videos los hechos de la barbarie. 

Existieron dos tipos de campos de concentración: los de exterminio, donde enviaban a ancianos, niños y adultos débiles para el trabajo; y los que buscaban extraer la energía de enemigos políticos como los comunistas y de aquellos que consideraban racialmente impuros como los judíos, gitanos u homosexuales. 

Las cifras del exterminio son espeluznantes por sus dimensiones difíciles de visualizar. Solo en Auschwitz, del millón trescientos mil deportados que llegaron a este campo, sobrevivieron doscientos mil judíos y murieron 23 mil gitanos. Las condiciones de vida eran literalmente inhumanas y espeluznantes. Eran tales que los jerarcas nazis intentaban que las tropas de las SS tuvieran el menor contacto. 

Es curioso que los seis campos de concentración estuvieran en , lo que se debe a que allí se encontraba gran cantidad de los cruces ferroviarios y además la maquinaria de la muerte quedaba oculta a los ojos de los ciudadanos alemanes comunes y corrientes.

Solo han pasado setenta años del , llamado así por las dimensiones, diligencia y el relativo éxito de eliminar de la faz de la tierra a diversos grupos étnicos. Se escucha en ese sentido inquietudes sobre cómo fue posible tanta crueldad y, por otra parte, por qué las poblaciones que intuían la maquinaria de la muerte no hicieron más que salvar heroica pero escasamente a las víctimas. 

Quien intentó responder a la pregunta sobre la maldad humana fue la filósofa alemana , quien acuñó el término “banalidad del mal”, proponiendo que la crueldad humana se desata en la medida en que no se valora al ser humano, sino más bien se lo convierte en algo o alguien que merece ser aniquilado o torturado, por ello, el mal estaría justificado. Por otra parte, un grupo pequeño pero de gran valor humano hizo lo posible por salvar familias y, sobre todo, niños judíos, arriesgando sus propias vidas; otros aprovecharon como aves de rapiña para adueñarse de las propiedades de las víctimas.

Tzvetan Tódorov, quien se preocupó por trabajar el recuerdo y la memoria sobre tragedias como la del Holocausto, planteaba que lo importante es recordar el horror como un mandato para evitar otros genocidios; es decir, no quedarnos inmóviles frente a lo que aún hoy en día ocurre a vista y paciencia del “mundo civilizado”. Los seres humanos somos capaces de los más horribles crímenes como de actos altruistas. Ojalá evitemos los genocidios que curiosamente “se olvidan” porque no ocurren “en el mundo civilizado”.