"Se dedica menos tiempo a algunas cosas en particular, pero más tiempo a varias en general". (Ilustración: Víctor Aguilar)
"Se dedica menos tiempo a algunas cosas en particular, pero más tiempo a varias en general". (Ilustración: Víctor Aguilar)
Fernando Vivas

Nadie los quiere pero están de moda. En realidad, ‘estamos’, porque usted y yo también somos desafectos. Me divertí oyendo a un amigo contarme, con cierta gravedad, que iba a presentar un estudio sobre ‘desafección’ a una gran autoridad que estaba preocupada, como él, por los resultados preliminares.

Pero, ¿cuáles son los afectos a los que estamos desafectos? Aquí una lista que pueden completar de acuerdo a sus personales ‘desafecciones’: participación en partidos políticos, asistencia a actividades comunales, leer periódicos, ver TV, ir al cine, practicar rituales religiosos; en fin, desafección por cosas que antes hacíamos con más dedicación.

Les daré un consuelo para tontos: este es un mal de muchos. Hay una baja universal e histórica en todos esos ítems. La reacción más conservadora ante esto es lamentar la indolencia de los jóvenes dedicados a sandeces o a nada, y derramar unas lágrimas por las místicas y las pasiones de antaño.

Aunque de vez en cuando también se me da por la nostalgia, no quiero llorar. No quiero ver los árboles caídos sino el bosque entero. Y resulta que está frondoso y es continuamente reforestado.

La desafección es, en realidad –y esta es la clave indispensable para abordarla–, una múltiple y distinta afección a muchas actividades. Se dedica menos tiempo a algunas cosas en particular, pero más tiempo a varias en general, incluyendo esos intersticios del día que uno pasa en el transporte público, en salas de espera o en restaurantes, que antes estaban vedados a la conectividad, y hoy están ganados a esas afecciones sociales, como la política, que antes tenían requisito presencial.

La gente lee menos libros pero más artículos y pequeñas piezas informativas; ve menos TV abierta pero momentos de esta rebotan en su pantalla personalizada; participa menos en partidos políticos pero dedica más tiempo –¡ojo, teóricos de la desafección!– a sentar su posición con comentarios en Facebook, ‘likes’, retuiteos, ‘trolleos’, firmas de peticiones. Todo esto configura un activismo multicausal que aún no medimos en toda su complejidad e intensidad; una suerte de ‘multitasking ideológico’ (por ejemplo, se puede ser derechista, naker, animalista, gamer y aliancista a la vez) que no festejamos porque somos tremendistas y amargados.

El menú de lo exclusivo e importante cambia constantemente. ¿Para qué pedir un plato si el mundo ofrece un rico menú de degustación? Con estos afectos múltiples y remodelados, ajustamos nuestra identidad, nos adscribimos con simples ‘checks’ a nuevas tribus que no son exclusivas ni excluyentes ni demandan sujeción presencial. ¿Acaso esto es una tragedia? Es, más bien, una extraordinaria oportunidad.