(Foto: El Comercio)
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Richard Webb

Nos separamos de la madre patria hace casi 200 años, pero seguimos en pañales cuando se trata de levantar bandera. España, con sus 12 nacionalismos, 7 regionalismos y 3 provincialismos, nos sigue dando clase en el compromiso con la autoidentificación.

Cuando se trata de , ¿más es más? ¿O más es menos? Las respuestas son contradictorias y, además, cambian en el tiempo. Antes rehuíamos a las mezcolanzas y medias tintas. La patria era una. La doble nacionalidad, si no prohibida, era al menos mal vista. Las religiones civilizadas que se podían tomar en serio eran monoteístas, con un solo Dios, mientras que el panteísmo era cosa de la vida tribal, casi motivo de burla. En un país civilizado debían minimizarse las diferencias de raza, etnia o religión. Y ni hablar de más de dos géneros sexuales.

Pero hoy, en un mundo migratorio, viajero e interconectado, el doble pasaporte ha dejado de ser motivo de suspicacia y se vuelve práctica común. En lo biológico estamos pasando de una tradición milenaria de esfuerzo científico para seleccionar y crear variedades técnica y económicamente óptimas, esfuerzo que significó una enorme reducción de la variedad genética, a un enamoramiento con la diversidad que recibimos de Dios. Y la religión se va volviendo un asunto de decisión personal, a veces incluso de creación propia, aplicando el concepto gastronómico de la mistura.

La gobernanza sigue la misma tendencia hacia la multiplicación. Europa empieza a dar marcha atrás en su histórico movimiento hacia la unidad, debilitando a la Unión Europea y a los mismos gobiernos nacionales. La proliferación de gobiernos ha sido aun mayor en el Perú, aunque poco percibida porque se ha producido sin drama político o cambio constitucional. No obstante, de un día para otro, y cual milagro de los panes y los peces, han aparecido gobernadores, alcaldes, regidores y líderes comunales en los rincones del territorio nacional, todos con poderes nuevos, billeteras amplias y planes propios para múltiples aspectos de la gobernanza. A esos gobernantes formales debemos sumar los líderes comunales, de asociaciones y de grupos ad hoc con poderes de facto para permitir o negar cualquier acción. ¿Estamos mejor gobernados? En gobierno, ¿más es más?

También en la economía hay un juego de banderas relacionado al “más”. Como en los temas de la identidad y de la gobernanza, la sabiduría económica tradicional ha rehuido a la idea de que más es siempre mejor. Por muchos años el concepto central se ha basado en la lógica de la ventaja comparativa, la especialización en esos productos en los que uno tiene la mayor ventaja y, por lo tanto, la mayor rentabilidad. Pero esa sabiduría es crecientemente cuestionada por una sabiduría inversa: las ventajas de la diversificación. La producción de nuevos productos puede conllevar una menor rentabilidad inmediata, pero puede tener beneficios de aprendizaje y de apertura de mercados que lo vuelven rentables más adelante. El problema está en adivinar cuánto tiempo habrá que esperar para que se realicen esas ventajas futuras, y cuánto costará esa espera. Con ese argumento, hace medio siglo se empezaron a fabricar automóviles en el Perú, inversiones que rápidamente quedaron en nada.

Mi conclusión: las banderas entusiasman, pero no siempre son buenas consejeras para la vida práctica.