(Anthony Niño de Guzman / El Comercio)
(Anthony Niño de Guzman / El Comercio)
Patricia del Río

Por donde pasó el papa Francisco quedó mucha gente emocionada, mucha fe y, desgraciadamente, mucha basura. Terminadas las misas, la playa de Huanchaco y la Base Aérea de Las Palmas lucieron llenas de botellas, bolsas y restos de comida. La imagen corrió por redes sociales y, por supuesto, arrancó el debate: ¿somos los peruanos unos cochinos de corazón o ensuciamos porque no tenemos dónde echar nuestros desperdicios? 

El Perú genera más de 20 mil toneladas de basura al día. Con eso podríamos llenar tres veces el Estadio Nacional de lunes a domingo. El 95% de nuestros restos va a parar a botaderos, a los ríos o al mar, pues de los 1.851 distritos de nuestro país solo 12 cuentan con relleno sanitario. Basta viajar por la costa para descubrir que el anuncio de que estamos llegando a una ciudad no es un cartel de bienvenida, sino cerros de basura, plagados de gallinazos y perros hambrientos. 

La falta de tachos de basura, el pésimo sistema de acopio de las municipalidades, las inexistentes campañas de concientización y educación dan cuenta de un Estado realmente inmundo. A este le corresponde un ciudadano bastante cochinito: trasladémonos a cualquier playa un domingo. En la más exclusiva o la más popular usted encontrará que la arena es el basurero preferido de los veraneantes. Camine por los parques y tendrá que esquivar una caca de perro cada medio metro. Lo reto a que deambule por cualquier punto de la ciudad más de cinco minutos sin que encuentre algún desperdicio que recoger. La basura se acumula ahí donde no hay dónde echarla, pero también a escasos metros de los basureros. 

Y si ya está usted levantando la ceja, pensando “yo no soy así”, me atrevo a preguntarle: ¿usa bolsas de tela en lugar de bolsas de plástico? ¿Toma gaseosas con cañitas? ¿Se le ocurre reciclar algo de más del medio kilo de desperdicios que genera todos los días? ¿Ha preguntado en su distrito a dónde va a parar la basura que recogen de su casa? ¿No? Pues, bienvenido al club. 

Somos cochinos. Todos. A nuestras autoridades les da lo mismo que la cochinada se vaya acumulando a niveles apocalípticos en desiertos y mares, a los ciudadanos nos da flojera echar la lata de chela en el tacho más cercano o recoger el papel que botó otro. Para la mayoría, reciclar residuos sólidos es cosa de hípsters que quieren salvar el mundo. Y así podríamos seguir enumerando, porque esos 600 gramos de basura que generaremos hoy cada uno de nosotros, no nos importan, no le importan a nuestro vecino, tampoco al alcalde ni a los ministros ni al presidente. 

Los peruanos somos inmundos, todos somos una basuuuuuuura, como diría la reina Pachas, y más vale que nos vayamos dando cuenta y lo vayamos asumiendo para cambiar las cosas o vamos a terminar ahogándonos en nuestra propia mugre. 

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