Blanco o negro, por Richard Webb
Blanco o negro, por Richard Webb
Richard Webb

La inmensa variedad del planeta se define en un sinfín de gradaciones de gris. El blanco puro y el negro puro casi no existen en la naturaleza ni en la humanidad. El chocolateo de los siglos ha producido la rica diversidad que hoy existe en la biología y en la cultura. ¿Por qué entonces, cuando hablamos de la vida económica y social, nuestro discurso es tan categórico, tan propenso a poner de lado las complejidades y conversar del mundo en términos de blanco y negro? 

Un ejemplo es la informalidad, hoy identificada como uno de los grandes males nacionales y vapuleada a diario en los discursos políticos y en las listas de reformas esenciales. Pero la informalidad es en realidad un conjunto de especies que responden a diferentes lógicas, que producen diferentes consecuencias, y cuyo grado de informalidad varía en el tiempo. Un estudio de pequeñas empresas en el cono norte de Lima, realizado por la Universidad Católica Sedes Sapientiae, reportó que solo 26% de las que tenían menos de un año de funcionamiento había tramitado su licencia de funcionamiento, pero que esa proporción subía a 36% el segundo año, a 48% el tercero y a 74% en las que tenían más de 10 años. Otro estudio de pequeñas empresas urbanas, realizado por el Banco Mundial, identifica grandes diferencias en cuanto a los requisitos formales que no son cumplidos, pero que solo el 25% de las empresas más pequeñas tenía cero formalización. Declarar una guerra contra la informalidad exige reconocer esa variedad de circunstancias motivantes.

Otro discurso que cierra los ojos a la diversidad es el de la pobreza. Originalmente, el término buscaba direccionar la solidaridad más efectivamente que otros discursos basados en conceptos políticos como “la clase trabajadora”, pero la pobreza ha devenido en un estándar absoluto que hace caso omiso a importantes diferencias en cuanto a las necesidades humanas. Si bien se vienen sugiriendo indicadores alternativos de necesidad, como la “pobreza multidimensional”, la tendencia es a reemplazar un criterio absoluto por otro, cuando lo más apropiado sería aceptar que la realidad es inherentemente compleja y que las necesidades humanas no deben ser identificadas en términos de blanco y negro. 

Un tercer discurso referido también a la necesidad social se basa en el concepto de la “cobertura del seguro de salud”. En declaraciones recientes, las autoridades han anunciado que el 75% de peruanos goza hoy de esa cobertura, cifra sustancialmente mayor a la de hace una década. Pero una vez más, se hace caso omiso a importantes detalles relacionados al verdadero acceso a la atención de salud. Un estudio de Margarita Petrera revela cómo “estar cubierto” es una cosa, y otra es tener acceso cercano a un centro de salud, poder contar con atención en el momento de la necesidad, recibir no solo alguna curación sino un buen trato, y no tener que asumir costos mayores no cubiertos por el seguro. La ausencia de tales elementos sería la explicación de que solo la mitad de los asegurados dijo haber acudido a un centro de salud del seguro cuando tuvo necesidad.

Hugo Neira escribió recientemente que “nunca nada es por completo negro o blanco”. Siguiendo el espíritu de su reflexión, mi consejo categórico sería que no debemos caer en un uso excesivo de afirmaciones categóricas.