Los héroes paran a la vuelta de la esquina, por C. E. Freyre
Los héroes paran a la vuelta de la esquina, por C. E. Freyre
Fernando Vivas

Nunca simpaticé con el militarismo nacional. La mitad de mi vida adulta ha sido marcada por una dictadura larguísima, la de Juan Velasco y Francisco Morales Bermúdez y, luego, por la década de contubernio del Comando Conjunto de las FF.AA. con la cleptocracia de Fujimori y Montesinos. En el medio de esas dos vergüenzas históricas, las FF.AA. colaboraron en el combate al terror y sí, cometieron excesos y padecieron bajas.

Salvando heroísmos, honras y menciones especiales a los militares que no se ‘sujetaron’ a Montesinos, tengo que subrayar que el balance del militarismo nacional en las últimas cinco décadas es terrible. Las FF.AA. son, además, promotoras de un machismo que aborrezco. En su fuero y en sus reglamentos pervivieron –cuando ya habían sido desterrados de otras instituciones– reglas discriminatorias contra mujeres y gays. Me tintinea, cuando pienso en todo esto, la risita de Edwin Donayre, sentenciado por robar gasolina y ahora refugiado en el Congreso. Más de una vez he soñado con el modelo de Costa Rica, donde las FF.AA., simplemente, no existen (otros sueñan, qué miedo, con militares a cargo de las tareas policiales).

He hecho esta descarga porque ahora quiero subrayar algo bueno: lo mejor que le ha podido pasar a las FF.AA. es que su presupuesto y sus funciones se vayan orientando progresivamente a atender los desastres naturales y a colaborar excepcionalmente con la policía cuando esta se ve desbordada. De esta forma, se conjura el hartazgo cívico de contar con un cuerpo militar caro y ocioso. La tendencia a marcar tiene que ser, por lo tanto, reducir el gasto en defensa armada y reorientarlo a defensa civil. Nada de tanques y avioncitos para hacer bulla y piruetas en la Costa Verde, sino aviones de carga, barcos fluviales, helicópteros que trasladen víveres, damnificados y hospitales móviles; que sobrevuelen, mapeen y alerten el peligro.

El desarme bélico y el rearme civil contra los desastres tiene que ser una política pública asumida y anunciada por el gobierno. Una reforma hoy silenciosa, pero que al anunciarse, se profundizaría y se convertiría en irreversible. Sé que un ministro no uniformado en Defensa, como Jorge Nieto, entendió la necesidad de profundizar esa tendencia; pero me queda la duda de si, al no ser una reforma explícitamente anunciada en Palacio y al haber vuelto a la vieja costumbre de los ministros militares, ella peligre.

El actual jefe del Mindef, general del Ejército (r), José Huerta, está en la brega de la defensa civil ante los huaicos e inundaciones del verano. Bien por eso. Pasada la emergencia, bien haría en evaluar si el Mindef tuvo los recursos necesarios en este trance y si estas tareas son la prioridad de las FF.AA.