‘Buiiiina’, Alan y Lulú, por Fernando Vivas
‘Buiiiina’, Alan y Lulú, por Fernando Vivas
Fernando Vivas

Aplaudo las alianzas. En particular esta del Apra y del PPC. está condenado a una nueva pasión electoral donde le lloverá de todo aunque pida perdón por los narcoindultos; y no quiere que se le vaya otro tren. Legítimo matrimonio del hambre de compañía para su vía crucis electoral y de la necesidad de supervivencia política. Salta la valla acompañada, Lourdes. Recuerda, Lulú, cuando enviaste a Lima al poto de tus correligionarios (“métanse la alcaldía al poto”, audio setiembre del 2010). El Perú es más que Lima, no cabe en las intimidades socialcristianas.

Esta Alianza Popular de apristas y pepecistas es un shot de política en el marasmo de la antipolítica. Porque, a diferencia de otros sancochados, aquí sí hay identidades, mustias y golpeadas, pero identidades al fin y al cabo: convicciones de pertenencia a un equipo con visión de país a las que uno no renuncia con cualquier pretexto coyuntural, como lo acaba de hacer a Fuerza Social o Jorge Muñoz a Somos Perú, partidos jóvenes que no han generado mayor pasión de camiseta. 

El aprismo y el pepecismo no son meros términos de referencia (TDR), como ironiza Carlos Meléndez aludiendo a los ‘PPKausas’. Son ejes de sentimientos de adhesión política que han marcado la historia del Perú contemporáneo y la vida de sus militantes. Por eso cuesta tanto dejarlos. Por eso sus crisis internas se agudizan pero se salvan en última instancia, como acaba de suceder en el PPC.

Lourdes ya había sido corresponsable de la pérdida de inscripción de su partido en 1995, cuando este se inhibió de candidatear en beneficio de Pérez de Cuéllar. Costó mucho la reinscripción para que ella pudiera tentar la presidencia en el 2001 y el 2006. En el 2011, una alianza con PPK les permitió meter un puñado de cuadros al Congreso. Pero esta vez estaba claro que PPK no los quería, entre otras cosas, porque su afán es reforzar su imagen popular y no el AB pepecista. Por eso, Lourdes, con buen olfato, exploró la alternativa aprista que sí abría los brazos a la tradición de gobernabilidad sin importar el segmento. Fue penoso que un ala de sus correligionarios la abucheara por hacer el intento, a pesar de que ellos –canes del hortelano– no tenían otra propuesta. 

Por supuesto, están los sapos y culebras que Lourdes se ha tenido que tragar. Que ella sustentó y votó por la acusación constitucional contra Alan a inicios de los 90 y que este le zampó el mote de ‘candidata de los ricos’. Ni la acusación prosperó ni la diatriba persistió. Alan acabó absuelto de varias escaramuzas judicializadas y Lourdes se dio el lujo de llamarlo ‘presidente de los ricos’. Parches.

Eso sí, los ciudadanos no estamos parches. Las dudas respecto a cuánto comprometen a García las mafias de indultos, terrenos invadidos, narcotráficos y otras que han contado con compinches apristas van a pesar mucho en la campaña. Todo esto ya lo tiene hundido en un dígito de intención de voto; pero, por eso mismo, suena tentadora la promesa de que algunos pepecistas decentes reemplacen a manzanas podridas apristas en la lista. Yo voto por que Jorge del Castillo, que ha tenido protagonismo en la gestión de la alianza, no lo tenga en el diseño de la lista.

Si eres uno de los que deplora que los políticos se líen en broncas y aplacen los debates de fondo, entonces no los maletees por haberse amistado para lanzar propuestas comunes.