Cambiando el ADN, por Richard Webb
Cambiando el ADN, por Richard Webb
Richard Webb

El primer paso para el despegue del nuevo gobierno ha consistido en una propuesta de nuevas leyes. En comparación con el prometido salto para adelante, el costo en tiempo de ese logro, incluidos los 90 días que faltan, es casi trivial, y sin duda el cambio exige mejoras normativas. Sin embargo, lo que se ha avanzado viene a ser solo la primera brazada del atleta que se lanza al agua para cruzar a nado el Canal de la Mancha. Mucho más que de las leyes, los objetivos buscados dependerán de la calidad de la gestión diaria no solo de las autoridades sino de todos nosotros. En gran parte, esa calidad de gestión viene a ser lo que llamamos cultura. 

¿De qué forma, por ejemplo, se va a lograr destrabar? Normas más simples y claras son necesarias, y relativamente fáciles de lograr. Pero el requisito principal no consiste en mejorar las normas sino en reducir el elevado nivel de desconfianza que nos caracteriza como sociedad. Una cultura de desconfianza genera un exagerado celo en la aplicación de las normas, multiplicación de firmas, y demora burocrática. El funcionario vive rodeado de sospecha, y con frecuencia de acusaciones formales y juicios. En democracia, la sospecha es exacerbada por el incentivo que tiene la oposición política para maximizar el descubrimiento de faltas en la gestión pública. Y ese papel fiscalizador es magnificado a su vez por la prensa que aprovecha la feliz coincidencia entre su misión de ser guardián celoso de la virtud pública y la maximización de sus ventas. No sorprende entonces que el ocasional paso que puede dar un gobierno hacia la simplificación de los trámites y permisos empiece rápidamente a ser erosionado por la necesidad del funcionario de protegerse. Evidentemente, el problema no se limita a la desconfianza. La suspicacia nace de un bajo nivel de moralidad en la sociedad, lo que a su vez justifica la suspicacia y produce un círculo vicioso. Sin duda, el mal pensar injustificado nace de la falta de moralidad propia. 

El papel de la cultura en el desarrollo de los países ha sido enfatizado por muchos analistas, y el tema abarca una gran variedad de facetas de la sociología de una nación. Una “explicación” frecuente de nuestro atraso, por ejemplo, se refiere a la herencia cultural recibida de España, burocrática y controlista. El problema de la confianza es solo una de esas facetas, pero creo oportuno recordarla en esta oportunidad. Su importancia central de la confianza para la buena gestión pública fue resaltada por el historiador Francis Fukuyama, quien advierte que si bien es posible efectuar cambios rápidos en las políticas, el cambio cultural es un proceso lento y difícil de lograr. Lamentablemente, la cultura no se presta al riguroso análisis matemático y teórico de los economistas, por lo que recibe mucho menos atención, tanto en el mundo académico como en la prensa. Es mucho más difícil explicar las causas de la desconfianza y del nivel ético de una nación que explicar la inflación o las exportaciones. Otros aspectos culturales han sido comentados por analistas de la sociedad peruana, como por ejemplo el comunitarismo que habríamos heredado de la sociedad pre-Conquista. Sin embargo, hay mucho por descubrir para comprender y así mejorar nuestro ADN colectivo.