Cara o cruz, por Patricia del Río
Cara o cruz, por Patricia del Río
Patricia del Río

Para un candidato que ya es conocido, intentar definir un nuevo perfil para ganar votos es una tarea riesgosa. Le pasó a Ollanta Humala que de tanto firmar hojas de ruta terminó convirtiéndose en un presidente sin convicciones, incapaz de encontrar un liderazgo desde el que se sintiera cómodo para gobernar. Le podría pasar a la candidata Keiko Fujimori, que inició esta campaña planteando un fujimorismo más ‘aggiornado’, más moderno, escogiendo una cara que le permitió entrar en segunda vuelta de manera holgada, pero que hoy podría ser su mayor cruz. 

Si analizamos fríamente la campaña, debemos reconocer que en primera vuelta Keiko fue una candidata ejemplar: no se peleó con nadie, mantuvo un tono muy conciliador, adoptó unas formas bastante pausadas para sus intervenciones públicas y se cuidó de ser políticamente correcta en temas espinosos como el respeto a los derechos humanos. En esta segunda vuelta, bastante más complicada porque hay que replantear la estrategia para captar votos ajenos, a Keiko se le ha enseriado el rostro y está dispuesta a asumir riesgosas posturas si estas le aseguran votos. Desde las más populistas, como regresar al 24×24 o firmar acuerdos con mineros informales, hasta las más conservadoras como rechazar de plano la unión civil o el aborto terapéutico, está claro que la candidata naranja ya abandonó lo que algunos llamaron su ‘kaviarización’ y ha empezado a acercarse a las prácticas que caracterizaron el antiguo fujimorismo: léase una mezcla de populismo con pragmatismo ejecutado con eficiencia desde una autoridad incuestionable.

¿Se trata simplemente de una movida estratégica para captar votos? ¿Gobernará Keiko en caso de ser elegida bajo los principios expuestos en Harvard o bajo los planteados en sus mítines en San Juan de Lurigancho? Difícil saberlo, y no estamos para adivinanzas. Lo único que podemos deducir por el momento es que Keiko ya no tiene ningunas ganas de caerles bien a los antifujis. Ya tiró la toalla (posiblemente con razón) y lo suyo es afianzar los votos de los conservadores y cosechar el de los más pragmáticos, el de esos que están dispuestos a jugárselas por quien les da más.

¿Y PPK, qué? Lo suyo es insólito e inédito en la historia de las campañas electorales. Él sigue como si nada, con su misma cara, su misma sonrisa y su mismo baile que en la primera vuelta. Pareciera estar seguro de que es el llamado a librar al Perú de todos su males, con el solo sonido de su flauta, cual músico de Hamelín. 

¿Cuál estrategia dará resultado para crecer voto a voto? Solo el tiempo y los peruanos lo dirán.