El ciudadano chino Liu Xiunhuan explicó que metió a la mascota en un costal con orificios para que no se coma la carne que trasladaba en su camioneta. Además, dijo que fue víctima de racismo y xenofobia tras lo ocurrido. (Facebook)
El ciudadano chino Liu Xiunhuan explicó que metió a la mascota en un costal con orificios para que no se coma la carne que trasladaba en su camioneta. Además, dijo que fue víctima de racismo y xenofobia tras lo ocurrido. (Facebook)
Marco Sifuentes

Como los peruanos somos apasionados de las ironías involuntarias, exactamente dentro de una semana, según el calendario chino, se dará inicio a las celebraciones del Año del Perro. La fiesta estuvo a punto de ser empañada por las acusaciones falsas, xenofóbicas e irresponsables contra Liu Xiunhuan, dueño del ya célebre chifa Asia, un modesto local en Independencia. Al pobre Liu una jauría de animalistas casi lo lincha, una municipalidad rabiosa le cerró el negocio, los ladridos de las redes sociales lo sepultaron y hasta ahora no le devuelven a Negrito, su mascota, cuya inocente presencia desató la cacería. 

Pasaron 15 largos días de cierre –con los costos fenomenales que eso implica para cualquier negocio, sobre todo de este rubro– para que su nombre se limpiara, gracias a un peritaje policial. Por lo pronto, parece que este caso tiene un final feliz, pero lo que le pasó al chifa Asia es un resumen del estado de ánimo imperante en nuestro país. 

Algo nuevo: la xenofobia. Resulta patético que exista gente que, al ver a una persona de rasgos orientales con un perro, piense de inmediato en que se lo va a comer. Más o menos como pensar que porque existe el suri, todos los peruanos comemos gusanos. En el Perú, “el otro” (y aquí hablamos también de raza, género, filias) siempre ha sido el enemigo, pero todo indica que, en esta nueva oleada de prejuicios contra los extranjeros, los venezolanos empiezan a dejar de ser las únicas víctimas. 

Algo viejo: las noticias falsas. No es novedad que en las redes sociales cualquier idiota –como el que alucinó con la carne de perro en este chifa– pueda convertir sus miedos en noticia. Tampoco son novedad los bajísimos estándares en los que nos hundimos, cada vez más, los periodistas. Pero es simplemente impresionante que en ninguno de los reportes de esta noticia –los realizados por profesionales de la información, quiero decir– se haya buscado la versión de Liu sino hasta que todo se aclaró. Los medios tenemos una responsabilidad muy grande en este estado de ánimo generalizado. Hace poco, Gustavo Rodríguez hizo notar la impresionante cantidad de titulares de la prensa peruana protagonizados por “venezolanos”, así, a secas, con lo cual la noticia deja de ser el hecho en sí y se convierte en la procedencia del protagonista.  

Algo absurdo: la justicia en el Perú. Con mayor frecuencia, la turba enardecida se ha vuelto el máximo tribunal en un país en el que la justicia funciona exactamente al revés. Por un lado, hay jueces supremos que perdonan a violadores de niñas de 13 años porque el agresor está “culturalmente condicionado” y fiscales que no metieron preso al ‘Monstruo de la Bicicleta’ porque estaban muy cargados de trabajo. Por otro, una fiscal, de inmediato, apareció en el chifa, se llevó a Negrito, se lo dio a una activista y hasta ahora nadie se lo devuelve a Liu. Y así quieren que este sistema judicial administre la pena de muerte.  

En la serie original de Scooby Doo, a los monstruos les quitaban las máscaras y se revelaban como humanos. En el Perú de hoy, aunque sea deberíamos ponernos la máscara de humanos.