(Foto: USI)
(Foto: USI)
Patricia del Río

Perla 1: ¿Se acuerdan del ex contralor de la República Edgar Alarcón? A él lo separaron de su puesto por tener dudosos negocios de compras de autos de lujo y por haberle pagado una liquidación millonaria, que no le correspondía, a una trabajadora de la contraloría que habría sido su pareja sentimental. Esta joya está demandando al Estado para que lo repongan en su puesto o, de lo contrario, le paguen 3 millones de soles.

Perla 2: En plena crisis del , cuando todos los que se han portado mal debieran estar por lo menos nerviosos, el juez Juan Gonzales Chávez fue ampayado recibiendo parte de una coima de 30 mil soles que le había pedido a un litigante para favorecerlo en un juicio. El abogado lo denunció, se montó el operativo y el juez fue encontrado con las manos en la plata. Salió enmarrocado del edificio de la Corte de Lima.

Perla 3: Luego del entierro de la pequeña Xohana, quien cayó a un pozo en la Plaza de Armas de Cerro Azul, la población indignada le pidió explicaciones al alcalde. Ante los reclamos desesperados de las madres, el burgomaestre Abel Miranda Palomino contestó, muy envalentonado, “yo no puedo estar viendo si una tapa está bien puesta o no”. Así es la cosa, como candidatos ofrecen ser supermanes que todo lo pueden, como alcaldes les da lo mismo si un buzón sin tapa se traga a una niña.

Perla 4: El congresista Benicio Ríos fue sentenciado en mayo a siete años de cárcel por comprar terrenos a precio sobrevaluado para construir un relleno sanitario cuando era alcalde de Urubamba. Las diez hectáreas que compró estaban valorizadas en US$250 mil, pero el municipio pagó por ellas US$423 mil. Enterado de la sentencia, Ríos desapareció, abandonó sus labores congresales, y siguió cobrando su sueldo mientras huía de la justicia. Finalmente decidió aparecer, y a pesar de que tiene sentencia firme en última instancia, el Congreso se enreda en burocracias insólitas en lugar de entregarlo de una vez a la justicia.

Perla 5: La regional languidece. Demasiados candidatos, demasiados carteles y poquísimas ideas serias. A todas las incongruencias que venimos escuchando (no cobrar papeletas, no cobrar peajes, no cobrar arbitrios) ahora se suma la lacra de la xenofobia. El candidato Ricardo Belmont, el hermanón, el otrora amigo de todos, ha decidido emprenderla contra los venezolanos para captar votos: habla de cifras escatológicas (“más de un millón de venezolanos están en el Perú”, falso), dice que han llegado a robarle el trabajo a los peruanos, que los están trayendo a cambio de votos (los extranjeros no pueden votar) y así, sandez tras sandez, lo único que hace es exacerbar el miedo y el odio irracional contra un pueblo desesperado cuyo único pecado es huir del hambre.