Vizcarra (Foto: GEC)
Vizcarra (Foto: GEC)
Pedro Tenorio

A un mes de que se anunciara la propuesta presidencial para el adelanto de elecciones nada está dicho acerca de cómo terminará esta dura confrontación entre el gobierno y la oposición en el . Cada bando se atrinchera, descalifica al adversario y retira de circulación a sus moderados, quienes podrían facilitar el acercamiento de posiciones y plantear una salida negociada a la crisis. El gobierno y sus aliados por un lado, y la oposición del otro, se la juegan al todo o nada sin intenciones de explorar alguna salida intermedia. Malo, malísimo.

Transcurridos 33 días desde el anuncio que remeció Fiestas Patrias, lo único claro es que el peor escenario para el país sería aquel donde un sector del Congreso impulse la vacancia contra por “incapacidad moral” derivada de su actuación en el . Los nuevos indicios descubiertos por la fiscal de este caso ameritan que se siga investigando, incluso al mandatario (quien, sin embargo, no podrá ser procesado penalmente mientras permanezca en el cargo). Pero una cosa es investigar y otra probar que hubiera incurrido en actos de corrupción, algo que hoy está lejos de haber sucedido. El otro escenario extremista sería el de una cuestión de confianza planteada por el jefe del Gabinete, aguardando que sea rechazada por el Parlamento y se abra así la puerta de una disolución del Legislativo. Ambos extremos son perjudiciales y los actores principales, aun sabiéndolo, parecen apuntar hacia ellos como salida. Mayor incertidumbre, imposible.

Súmese a esto que al mandatario no le interesa avanzar en su relación con el Congreso, del que podría obtener un compromiso de colaboración basado en una agenda de desarrollo para los próximos 24 meses. Vizcarra no quiere gobernar: Vizcarra solo quiere irse. Y que con él se vayan todos. De lograrlo, además, esa sería su mayor “obra presidencial”.

Mientras el Legislativo apuesta por retrasar todo lo que pueda el debate del adelanto de elecciones, apuntando a que pierda fuerza y el tiempo debilite al presidente (en pocas semanas el desenlace del proyecto Tía María, así como los nuevos cuestionamientos fiscales por la adenda de Chinchero remecieron a Vizcarra), el gobierno apela a las multitudes vociferantes y ansiosas (“¡cierre el Congreso!”, “¡cierre el Congreso!”). La próxima reunión entre Vizcarra y el titular del Congreso, Pedro Olaechea, será otro saludo a la bandera, si es que ocurre. Ambos han adelantado que sus posiciones son irreductibles. ¿Entonces para qué reunirse? Sin nada que negociar, Vizcarra parece convencido de que una fotografía suya al lado de Olaechea lo perjudica. El curso de colisión se acentúa.