El presente texto pertenece al colofón del libro de Juan Paredes Castro "La presidencia ficticia", editado por Planeta. (Ilustración: Giovanni Tazza)
El presente texto pertenece al colofón del libro de Juan Paredes Castro "La presidencia ficticia", editado por Planeta. (Ilustración: Giovanni Tazza)
Fernando Vivas

Es un cambio profundo, subterráneo, que lo intuyes pero no lo ves. ¿De qué hablo? Que la corrección política ya no es lo que era. Si la dictaba la academia y la centroizquierda, hoy la empiezan a dictar el centro y la derecha.

Varios factores contribuyen a tremendo cambio de eje. En el mundo son estos: el terrorismo que quitó autoridad a los rollos pro tolerancia y pro diversidad y se la dio a un discurso defensivo y excluyente; los nacionalismos que seducen a gente abrumada por olas migratorias; los populismos que se legitiman en el rechazo a políticas públicas sofisticadas e impopulares impuestas por tecnócratas liberales; el ‘brexit’, el triunfo de Trump, el cuestionamiento a los organismos internacionales sin ‘accountability’ que son, precisamente, quienes consagran la corrección política. Vivimos un reaccionario carpe diem que arrulla a gente harta de que le digan que tiene que ser más tolerante, más solidaria y tomar precauciones ante el cambio climático.

En el Perú sumemos un factor fundamental al desgaste del rollo caviar de la corrección política: dos gobernantes de los que la izquierda académica antifujimorista fue garante e inicial aliada están procesados por serios delitos. En el caso de Humala,el ‘shock’ es mayor porque se le acusa de crímenes horrendos cometidos cuando fue militar, delitos en la misma línea de los que mantienen preso a Fujimori.

Entonces, ¿hoy qué es correcto políticamente en el discurso oficial y para la mayoría de los peruanos? Miren este ejemplo: si durante el toledismo fue correcto abrir un proceso para determinar si hubo ejecuciones extraoficiales en la operación Chavín de Huántar y hasta involucrar a los comandos en la pesquisa, ahora estos son héroes por ley.

Hoy la corrección política, que no la dicta la academia pero se aviene a ella, nos reclama proclamar nuestro asco, ante cualquier radicalismo proterrorista. Fernando Rospigliosi, a raíz del rechazo al Movadef que entrampó la negociación de la huelga magisterial, dice que vivimos una “histeria”. Viendo el alboroto en torno a la liberación de Maritza Garrido Lecca, tiene razón. Pero yo usaría otro concepto: vivimos una redefinición y una bronca respecto a nuestros parámetros de lo políticamente correcto.

Hoy lo correcto es redoblar el énfasis al proclamarnos antiterroristas, compadecer a los venezolanos, sacar al aborto de la agenda de derechos humanos. Sobre otros temas, como el trato al fujimorismo, a la familia, a los gays, a la diversidad, no hay acuerdo. No podría haberlo, es la bronca de todos los días. No hay, en esos temas, una hegemonía clara en el campo de las ideas. Y eso no es necesariamente malo, ¿no?