Una corvina en el ‘Face’, por Rolando Arellano C.
Una corvina en el ‘Face’, por Rolando Arellano C.
Rolando Arellano C.

Mientras en nuestra sociedad muchos empresarios, políticos y académicos toman sus decisiones orientándose por la capacidad económica de las personas, el día a día nos muestra la importancia de diferencias con otro sustento. Lo acabo de ver en el Facebook de mi amigo Víctor.

Como alguna vez conté en esta columna, Víctor es un joven pescador del sur de Lima, a quien conozco desde que era pequeño. Su padre Mario también es pescador, como lo fue su abuelo y supongo muchas generaciones anteriores que se pierden en el tiempo. Ambos tienen como oficio central la pesca, que más que su trabajo es también su pasión, como lo muestra el brillo de sus ojos cuando hablan de los robalos, las chitas y los lenguados que alguna vez pescaron. Seguramente un especialista en recursos humanos diría que en ellos se da la mezcla ideal de un trabajo que te alimenta y a la vez te hace feliz. 

La pregunta que a veces me hago es: ¿Qué pasaría si viera a estos amigos solo con la perspectiva usual de clase, nivel, estrato o decil económico? La respuesta sería una letra, un número o una calificación no muy alta, que no me serviría de mucho, pues en términos de calidad de vida y de distancia entre lo que poseen y necesitan quizá su bienestar no sea muy distinto al mío. Y veo que con frecuencia al usar un solo dato –el económico o seudoeconómico– limitamos nuestra comprensión de las personas (de los clientes si somos empresa o de los ciudadanos si somos autoridad), y dejamos de lado características que nos darían más luces sobre ellas.

Pienso, por ejemplo, en lo poco que las autoridades distinguen a hombres y mujeres para sus comunicaciones y políticas. Y me parece extraño que no diferencien a los empresarios grandes o pequeños, de los trabajadores dependientes. ¿No tienen las preocupaciones de ambos diferencias importantes? Me sorprende además que las empresas piensen mucho más en el estrato económico que en la ubicación de sus clientes. ¿No es tanto o más relevante hacer una estrategia diferente de comunicación y distribución para la costa que para la sierra, que hacer una para el B y otra para el D? 

Y así regreso a mis amigos pescadores que con un mismo trabajo, ingreso similar, lugar de residencia y forma de vestir, supuestamente necesitarían un trato similar. Pero cuando veo que Mario, en sus 50 años, me llama con el celular más simple del mercado mientras que Víctor, en la treintena, me escribe por WhatsApp “Don Arellano, ¿ya vio la corvina que puse en mi ‘Face’?”, entiendo que la edad los hace completamente diferentes. Y veo que usar una sola etiqueta, o una letra, para comprenderlos y relacionarse con ellos, es absolutamente insuficiente.