Cuentos de terror (e injusticia), por Patricia del Río
Cuentos de terror (e injusticia), por Patricia del Río
Patricia del Río

El Ministerio Público determinó esta semana que los crímenes por los que se le acusa a Luis Fernando Figari, ex jefe del Sodalicio, nunca existieron. Han pasado demasiados años, las víctimas no han querido colaborar, no se encuentra daño psicológico en los supuestos agraviados, son algunas de las razones que la fiscal María del Pilar Peralta Ramírez esgrimió para archivar un caso que, según su extraño criterio, sale de la cabeza de los afectados. A pesar de los testimonios que hemos escuchado a lo largo de los años, a pesar de las contundentes conclusiones a las que llegó la comisión de ética y reconciliación, convocada por el propio Movimiento Social de Vida Cristiana, a pesar de la detallada investigación de los periodistas Pedro Salinas y Paola Ugaz, para nuestra justicia, Luis Fernando Figari no amenazó, no secuestró, no maniató, no violó.

¿Qué tiene que pasar para que nuestras autoridades reaccionen?¿Cómo debe probarse un delito? ¿En qué sociedad vivimos cuando la palabra y el dolor de decenas de jóvenes no se toman en serio?

Esta semana, al vergonzoso Caso Figari, se sumaron otros que, salvando las distancias y diferenciando la gravedad de los mismos, dan cuenta de lo expuestos que estamos los ciudadanos al crimen y a la pasividad de la justicia. El martes 17 al mediodía, la señora Dominga Bueno Ponce fue encerrada con su hijo de 3 años y sus dos gemelos de 4 meses en el cuarto que alquilaba en Surco porque no había conseguido juntar los 500 soles que debía. Su casero, Daniel Meza Salamanca, harto de esperar su dinero, encerró con llave a la familia y desapareció. La señora Bueno llamó a la policía y esta, según explicación del comisario de Surco, informó a la fiscalía, pero nadie intervino, porque ya era muy tarde para encontrar un cerrajero. Tuvieron que pasar 20 horas y desplegarse todo un escándalo mediático en la puerta de la vivienda para que llegaran los policías con combas y garrochas, y rescataran a la madre y a los niños.

Esta semana la periodista Juliana Oxenford denunció que es acosada en su trabajo y en su domicilio por Winston Manrique Canales, un sujeto que sufre de esquizofrenia y que ha perseguido de manera violenta, y por meses, a Jessica Tapia, a Maricarmen Sjoo, a mí… y siguen nombres. Todas nos hemos quejado, todas hemos acudido a la policía, Jessica Tapia incluso llegó hasta los tribunales y la respuesta fue siempre la misma: el sujeto es inimputable, es un enfermo mental, no se le puede encerrar.

La historia es aterradora, la he vivido en carne propia y sé que Juliana tendrá que lidiar sola con el temor de llegar a casa y encontrarse con un hombre agresivo que grita desde la calle su nombre. No importa cuántas veces se queje, no importa cuántas veces llame a la policía, la respuesta será siempre la misma: “No podemos hacer nada, señorita”. Así estamos.